A veces los artistas hacemos todo para ser vistos y conocidos por un público, estudiamos y tenemos la disciplina de hacer lo que nos gusta para llegar a un público cada vez más exigente y así poder expresar mediante nuestro trabajo lo que queremos reflejar con el paso del tiempo.

Sin embargo, en esta misma línea, también nos topamos con pequeños seres que estudian, hacen son buenos, se quedan en su zona de confort y dejan de crecer y de crear porque creen que ya no hay más qué descubrir en el hilo negro de la vida del arte, dan clases, y en ese trayecto se creen sabedores de todo, impidiendo en ocasiones a sus alumnos ver algo que ellos no han podido ver, porque su capacidad creativa se quedó en sus momentos de estudios, así haya pasado más de 20 años su última creación y todavía se atreven a poner un alto a las nuevas generaciones que poseen un talento que debería ser apoyado y no detenido, solo por un pensamiento de un maestro con mentalidad pobre que

inhibe el crecimiento académico de sus estudiantes.

Luego está la otra parte de artistas, los verdaderos, lo que todo se la pasan pintando, creando, toman talleres, cursos, seminarios, son buenos, pero tal vez no lo suficiente, porque creen que nadie cree en ellos, y al mismo tiempo son los mismos que no creen en sí mismos y eso hace lamentablemente que no hayan conectado con esa cosa llamada “suerte” de que alguien se atreva a ayudarlos a despuntar, aún a sabiendas de aceptar que son buenos. Muchas veces porque hay envidia a su alrededor o porque se toparon con los mentores equivocados y que mencionaba en el párrafo anterior.

En esta línea también se encuentran los oportunistas, los que nunca han tocado un solo pincel, pero que gozan de los grandes beneficios y oportunidades que podría tener el arte, para los verdaderos artistas. Los que son contadores, abogados o la profesión que sea que no se liga a las artes, pero que asisten a lugares en representación de algo que no son ellos.

Entonces la pregunta es ¿por qué ellos, los últimos, se atreven a vivir más del arte que el mismo artista? Es justo que aquel soñador, dedicado a sus pinceles, aquel que tuvo que luchar con el no de su familia, pueda sentirse menos artista visto, que el que se burla en su cara, y que no tiene ni idea de lo que es el arte, pero que viaja en representación de las artes.

Me queda claro que en esta vida de todo se puede vivir, sin importar o no la carrera que uno estudie, hasta llegar a ser un mercenario de las artes, y de otras tantas carreras más de las cuales no pertenecemos, pero que nos encanta incidir en todo, porque creemos saberlo todo.

La ironía del destino es que, mientras algunos artistas luchan por ser reconocidos y valorados, otros que no tienen ni idea de lo que es el arte se aprovechan de las oportunidades y beneficios que este ofrece. Es como si el mundo del arte estuviera al revés, donde los que verdaderamente crean y sueñan son relegados a un segundo plano, mientras que los oportunistas y mercenarios se llevan los laureles.

Esto no solo es injusto, sino que también es perjudicial para el arte en sí, ya que se pierde la autenticidad y la pasión que solo un verdadero artista puede aportar.

Si no me creen pregúntenle a un amigo pintor queretano, nacido en Bravo, quien hace unos años pintó un bellísimo vestido característico de la sierra gorda de Querétaro y mejor quien cortó un pedazo de tela “representó” a nuestro amigo artista por distintos puntos del mundo y a él lo dejaron aquí, nomás como al chinito. Y cómo estas historias, una infinidad que no alcanzarían para ser contadas.

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