La semana pasada en esta columna hablaba de lo latente que son las amenazas de los aranceles del presidente de los Estados Unidos de América (EUA), Donald Trump. Hoy, ya no es una advertencia, sino que se han vuelto reales para muchos países lo que ha desencadenado incertidumbre total en el escenario global. ¿Qué reacciones de los estados hemos apreciado? ¿Qué debería hacer México en este nuevo panorama?
Cuando Trump ganó las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América, sabíamos que se avecinaban tiempos, cuanto menos, difíciles para la comunidad internacional. Su forma tan ruin, limitadamente informada y agresiva de hacer política se notó durante su primera administración y ahora es evidente que la ha enfatizado para la nueva agenda que sostiene para su gobierno y la proyección estadounidense en el globo.
Con su lema America First (EUA primero) busca priorizar a toda cosa los intereses estadounidenses sobre los demás. Sin embargo, no sólo es sumamente parcial su visión acerca de cuáles son los intereses que debe perseguir Washington, sino que, al hacerlo, se encamina a cambiar tanto las varias dinámicas domésticas del país de las barras y las estrellas, como las del sistema internacional, provocando así desequilibrio e incertidumbre que ha impactado en las bolsas y mercados del mundo.
Los primeros en recibir aranceles en esta nueva era Trump fueron China, Canadá y México, pero ahora son muchos más países en el globo a los que la Casa Blanca les ha impuesto. El miércoles pasado, en lo que denominó “el día de la liberación”, atestiguamos cómo el mandatario republicano, envuelto en una narrativa victimizadora, anunció un arancel universal del 10% para todos los países, además de aranceles recíprocos, según él, para los que sostienen aranceles hacia productos estadounidenses.
Con lo anterior, unos países han analizado la posibilidad de responder con los mismos aranceles hacia EUA, mientras que otros, como China, ya lo hicieron. La guerra de aranceles de Trump comienza a tomar más forma, desestabilizando el comercio mundial, puesto que no hay certidumbre de si los productos anteriormente vendidos de una nación a otra continúen siendo demandados por sus poblaciones.
Así, algunos países, como China, Japón y Corea del Sur, han iniciado charlas trilaterales para acordar su forma de reacción contra los aranceles trumpistas. Sin importar que sean aliados o rivales de EUA, es previsible que más y más Estados se unan a una respuesta colectiva que sirva como pronunciamiento ante la narrativa y acciones del presidente estadounidense. Aquí es donde México debe observar con detenimiento y ejecutar la mejor opción en su interés.
Es cierto que nuestro país participa en el proceso de integración económica de América del Norte, pero resulta complicado gozar de estabilidad y planear lo necesario cuando un supuesto aliado actúa de forma tan desleal. Si a ello le sumamos que la permanencia de este socio pudiese expandirse más allá de su periodo, supondríamos una extensión en el tiempo complicado para nuestro país.
Por ello, México no debe quedarse estático ante este panorama. Nuestra alianza es con Norteamérica, es cierto, pero, como cualquier otra, puede modificarse en caso de presentarse la necesidad y hoy en día, Trump nos está mostrando cómo será la relación que quiere con enemigos, rivales y hasta aliados. Hay que preguntarse, ¿qué quiere nuestro país?
Historiador e internacionalista
@NielsRosasV (X)