En dos días concluirá el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Fue un sexenio peculiar, con modificaciones de todo tipo. Sin embargo, hay cosas que no cambiaron y permanecieron en su administración. ¿Cómo pinta la despedida del primer gobierno morenista?
El gobierno de López Obrador inició con fuerza, apoyo y esperanza del cambio que había propuesto. Pero la burbuja no duró mucho. Los recortes sin claridad en las dependencias gubernamentales, la permanencia y aumento de las licitaciones directas, la crítica hacia los disidentes, los académicos y la prensa en general, así como el evidente favoritismo, corrupción y nepotismo en el gobierno que no fueron erradicados; nos mostraron cómo sería en realidad la nueva administración presidencial. ¿Qué cambió? Nada: las mismas prácticas, la misma ambición desmedida y las mismas artimañas que criticó por mucho tiempo.
López Obrador termina el primer gobierno morenista con muchas deudas. El apoyo hacia los más vulnerables se entregó, es cierto, ¿pero en qué medida?, ¿en qué momentos durante el sexenio?, ¿a qué grupos selectos y con qué propósito? Por ejemplo, señaló que regularizaría los contratos de medicamentos y se restauraría su suministro, pero en seis años el desabasto fue constante e impactó durísimo a millones de personas vulnerables que dependen de fármacos para su salud. ¿No importaron? “Jóvenes construyendo el futuro” sí importó, en cambio. ¿Fue leal? ¿Hubo empresas fantasma que recuperaban el recurso? Pero ojo, la corrupción se acabó para proteger a las personas más desfavorecidas.
Ayotzinapa es otra deuda. Antes y durante la campaña presidencial el tabasqueño utilizó la narrativa del incidente y el dolor de las familias de los normalistas y del pueblo mexicano para criticar al gobierno en turno, acaparando así muchos votos. ¿Qué pasó con este tema profundamente doloroso para México cuando se volvió Presidente? No le importó desde Palacio Nacional, esa es la realidad. Si hubiese sido un tema de interés habría llevado la justicia a la puerta de las personas involucradas, como prometió que haría, pero hoy, a 10 años del suceso, nosotros y las familias de los desaparecidos seguimos sin saber nada.
La inseguridad es otra falla, una garrafal. Es claro que la seguridad es un tema delicado que viene de tiempo atrás, pero ¿qué se hizo en este sexenio para atenderla con éxito? Estamos atravesando los peores años de inseguridad en México. Más homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, más territorio alcanzaron a abarcar los grupos criminales, más personas desaparecidas y menos apoyo a madres buscadoras, son algunos ejemplos de la realidad en el país. Pero “abrazos y no balazos” se quedará como una frase indeleble e infame en la historia política mexicana en medio del caos de hoy y del que podría avecinarse de no cambiar la estrategia en la administración entrante.
Así termina este periodo, con muchas deudas. Es importante reconocerlo, ya que servirá para mirar con ojos diferentes el sexenio que termina y el que comienza. Muchos dicen que estamos peor que hace seis años: muchas fallas, corrupción, nepotismo, polarización, promesas sin cumplir y daños a las instituciones que costaron mucho crear a la sociedad mexicana. Por eso, muchos sólo dicen “adiós” en estos últimos suspiros del gobierno de López Obrador.