Luego de unas intensas elecciones, cuyos estragos seguimos viviendo, hoy tenemos a una nueva presidenta electa. Mucho se ha hablado antes y después de los comicios de lo que podría ser su gobierno, sobre todo pensando en sus intereses, pero también en la forma en que se ha conducido dentro de la llamada 4T. Por lo tanto, una pregunta natural en este panorama podría ser: ¿cómo será el gobierno de la nueva lideresa de México?
Claudia Sheinbaum venció en las elecciones del pasado 2 de junio de una forma aplastadora. Sabemos con claridad la cantidad y porcentaje de votos que le favorecieron, logrando llegar a más del doble de los obtenidos por su más cercana competidora. Para Morena todo es miel sobre hojuelas tras los recientes comicios. Victoria por aquí y por allá a lo largo y ancho del territorio nacional. Encima de ello, el partido logró conseguir el premio mayor: la Presidencia de la nación.
El nuevo gobierno encabezado por Sheinbaum Pardo es emblemático por varias razones. Por ejemplo, será liderado por la primera Presidenta de nuestro país en más de 200 años de independencia. Es un hito al que no habíamos llegado como democracia y como sociedad, pero ahora será realidad, permitiendo brindar un mensaje poderoso a toda la población mexicana, no sólo a las mujeres.
Pero, por otro lado, este nuevo comienzo de la administración federal levanta muchas dudas en múltiples cuestiones. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido, por mucho, uno de los peores en la historia de México. Desde la forma viciada de comunicar y la división con dolo que generó en la población, hasta las serias deficiencias en muchísimas áreas, como en la conducción de la política exterior, la atención a la pandemia, la reducción del presupuesto a dependencias gubernamentales clave (entre ellas, Salud), el desabasto de medicamentos, el abismal uso de recursos para obras faraónicas e innecesarias, etc. Hay mucho que nos dejó a deber la presidencia del tabasqueño.
De esta manera, podríamos pensar que el gobierno de Sheinbaum no será, de entrada, tan caótico como el actual. La presidenta electa ha mostrado más evidencia de ser una persona conciliadora, metódica y nada visceral a comparación de López Obrador. Esto nos permite considerar la posibilidad de que la nueva administración federal sea más tolerante a las críticas y más receptiva a las necesidades e intereses de los varios grupos sociales en todo México.
Sin duda, a raíz de los resultados electorales, la legitimidad con la que contará el gobierno de Sheinbaum es innegable. No obstante, si quiere dejar una marca positiva, la presidenta electa deberá manejar muy bien el interés y la participación de otros agentes en la vida política del país. Ser abierta a otras ideas se convertirá en una virtud central para un gobierno que tiene que buscar la conciliación y la paz en el electorado y en las fuerzas políticas.
Pero más allá de lo anterior, hay preocupación en el liderazgo que tendrá México. Sabemos lo sólido que ha sido el mandatario actual para conducir a Morena por donde quiere. Por ende, quizá la sospecha más intrigante del nuevo gobierno tiene que ver con la influencia de López Obrador. Normalmente, el presidencialismo mexicano se impone y el nuevo liderazgo absorbe todo el poder. ¿Pasará lo mismo ahora con Sheinbaum o tendremos un segundo gobierno del tabasqueño?