El gobierno de Andrés Manuel López Obrador está por concluir. Han sido seis largos años los que han conformado la administración del tabasqueño, una que, sin duda, será recordada y no necesariamente por los aspectos positivos, sino todo lo contrario. Sin embargo, las miradas ahora se enfocan en el nuevo sexenio. A escasos nueve días de la toma de protesta de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, una pregunta acapara los análisis políticos: ¿qué nos espera?
Cuando López Obrador participó en las elecciones presidenciales de 2018 declaró que realizaría cambios para un México mejor si los votos le favorecían. En su campaña señaló múltiples compromisos para el pueblo mexicano, promesas que muchos votantes recordaron el día de los comicios al momento de dejar sus boletas en las urnas. Con una cifra histórica de sufragios, el líder morenista se configuró como el ganador y primer Presidente de izquierda en la era moderna de la política del país.
Con una legitimidad de apoyo electoral y con las ideas que había mostrado el candidato durante la campaña, se esperaba que se efectuaran transformaciones significativas y positivas para México. Pero lo cierto es que las modificaciones que se generaron distan mucho de lo que en su momento se esperó con ahínco y, en cambio, terminaron por mermar instituciones, a la democracia y a la misma sociedad. Pero en unos días terminará el sexenio e iniciará uno lleno de esperanzas para rectificar el camino.
Así, en pocos días comenzará la administración de Sheinbaum, la primera presidenta de nuestro país. Sin duda, un dato importantísimo y de celebrar. No obstante, es igual de relevante que conduzca un gobierno a la altura de las necesidades de México, como debió haberlo hecho cualquiera de sus antecesores.
Será el segundo gobierno presidencial morenista, y muchos aseguran que se tratará de una continuación del de López Obrador. Si asumimos eso, desconoceríamos la agencia que tiene la presidenta electa, por lo que no sólo no sería apropiado, sino que sería una evaluación muy temprana de su labor. En cualquier caso, debe mostrar su autonomía e implementar sus propias ideas en favor de su posible legado.
Por otro lado, vale la pena reconocer que Sheinbaum se ha mostrado fija en ciertas ideas de su mentor, pero hay otras, muchas otras en las que no necesariamente concuerda. Eso nos permite entrever una política diferente en algunos temas. Además, la presidenta electa es notoriamente más abierta al diálogo, situación que podría permitir una cercanía de los diversos grupos de la sociedad, como activistas, políticos, académicos, periodistas, etc., que son usualmente vigilantes y críticos de las acciones del Estado.
Con esto último, el panorama del nuevo sexenio podría apreciarse de otra manera, quizá no tan hermética y autoritaria como la que está por concluir. Sin embargo, no todo es tranquilidad, falta mucho por ver en el gobierno de Sheinbaum y hay temas graves y sensibles que deben atenderse con la seriedad, profesionalismo, ética y prontitud necesarias, como son el sector salud y los medicamentos, la transparencia y rendición de cuentas, la inseguridad en el país, la desmilitarización y la valoración del Ejército mexicano en labores de seguridad. ¿Cuál será la verdadera política de la nueva administración federal en estos rubros?