El martes 1 de octubre inició su administración la primera presidenta de México, Claudia Sheinbaum, marcando un hito para el país. Muchas cosas se esperan de este nuevo gobierno que enfatizarían una diferencia con el inmediato anterior liderado por Andrés Manuel López Obrador. ¿Qué contrastes se podrían presentar en este sexenio con respecto al pasado que acaba de terminar? La llegada de Sheinbaum a Palacio Nacional abre la posibilidad de un gobierno que contraste con el inmediato anterior en torno a numerosas políticas. López Obrador prometió cambios sustanciales en la operación y dinámicas gubernamentales en favor de la transparencia, rendición de cuentas, participación ciudadana y erradicación de la corrupción. Sin embargo, erró en todos estos rubros.
Así, Sheinbaum tiene en sus manos la posibilidad de enmendar aquello en lo que el régimen de López Obrador y él mismo fallaron. Serviría para mejorar la imagen del partido y para hacer un trabajo apropiado en la administración federal, que sería el objetivo principal para un gobierno que tiene la obligación y los recursos económicos, políticos e institucionales para hacer las cosas bien.
Lo anterior podría enmarcar un contraste relevante en comparación con el gobierno anterior, cuyo impacto recaería en numerosas políticas y prácticas gubernamentales hacia actores estatales y no estatales.
Algunas diferencias podrían ser la política medioambiental, el contacto con la sociedad civil organizada y la política exterior. En el sexenio pasado se encaminaron medidas de energías limpias y renovables, como el Plan Sonora, pero también se degradó al entorno natural con los proyectos insignia del Tren Maya y la refinería Dos Bocas. Así, el balance del pasado gobierno no es positivo, pero Sheinbaum tiene en sus manos la posibilidad de corregir el rumbo de México en materia medioambiental, situación que ha apuntado como primordial para el país.
Asimismo, en el pasado sexenio, el contacto del presidente con la sociedad civil organizada fue, por ponerlo de manera suave, accidentado. Se notó una política de dura y alejada del consenso y del diálogo con activistas y líderes sociales, por ejemplo, situación que mermó mucho la confianza entre la sociedad y el gobierno. Sheinbaum, que es notoriamente más abierta que el exmandatario, podría construir puentes para el contacto cercano con estos liderazgos que buscan mejores realidades para México.
Finalmente, es ineludible la necesidad de fortalecer la política exterior mexicana en el nuevo gobierno. La infame declaración que dominó el sexenio pasado fue: “la mejor política exterior, es la política interior”. Fue una aberración, considerando el papel y posición tan relevante que México juega en el tablero internacional por su economía, su diplomacia y su imagen en el globo, por decir sólo algunos rubros.