Estimados lectores, aquí les traigo mis apuntes de la pasada corrida del viernes en Provincia Juriquilla.

Todo empezó raro con un toro de nombre Sapito, que al salir se rompió el cuello cuando remató con el cemento a la salida de toriles, algo que nunca me había tocado ver.

En el ruedo Guillermo Hermoso de Mendoza dejó ver arte, pero también mucha ansia de novillero, apresurándose a matar a sus astados perdiendo todas las opciones de triunfo, tendrá que serenarse, ya que en la Plaza México hizo lo mismo, los toros tienen su tiempo y espacio, ni antes ni después. Eso con los años y la experiencia se va entendiendo y llevando a la práctica.

Luego apareció el maestro de Valencia Enrique Ponce, al cual le terminaron su primer toro en los caballos cuando el picador se ensañó y se hizo acreedor a una multa bien ganada; en su segundo la poca fuerza del astado permitió pincelazos a cuentagotas del español, que hizo lo que nos tiene acostumbrado: sacar agua de las piedras; la nostalgia le ganó al juez Naredo, que decidió otorgar una oreja sin peso y deslucida, una amarga noche de despedida sin golondrinas y sin toro.

Cabe destacar la solemnidad y silencio que se sintió en la plaza, al tirar la muleta Ponce todos queríamos que triunfara, pero no siempre se puede lo que se desea.

De El Payo no vamos a ahondar mucho puesto que lleva ocho años haciendo lo mismo. Solo diré que le falta hambre para torear, la despedida puede estar rondando por su mente porque lo que se demuestra en el ruedo es muy poco.

Isaac Fonseca brilló, toda el hambre de agradar, toda el hambre de ser figura del toreo, desde sus faroles de inicio hasta hacer pasar a las reses de La Estancia que no tenían de donde.

El resultado final una oreja para el michoacano y una para el español que se retira.

De los toros, pues ya nos cansamos de decir que son faltos de raza, faltos de fuerza y que poco juego dieron en una corrida pareja para mal.

Del ambiente y el espectáculo como ya es costumbre en Juriquilla todo ok.

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