Hace unos días escribía acerca de la feria de San Juan, y comentaba que era una bocanada de aire puro en el desierto de corridas que venimos teniendo.
Este fin de semana se llevó a cabo la primera de dos corridas, las cuales lucían interesantes en el papel pero que muchos comentarios no fueron los más halagadores.
Cuatro orejas para un torero y dos para un rejoneador, un resultado que habla de una super corrida, que a mi parecer no fue así. No vamos a hablar de los toros descastados, limados y todas esas cosas que ya sabemos que pasan, vamos a enfocarnos en el juez en turno.
Todas las voces iban con la regaladera de premios tanto a toreros como a los bureles, digo no es nuevo, en Querétaro pasa y nadie ha dicho nada. A la gente le gusta ver triunfar a los toreros, pero entonces estamos convirtiendo la tradición en un producto desechable, el cual se consume, pero no pasa nada.
Las nuevas generaciones pueden tergiversar sus conocimientos y decisiones en una plaza de toros, muchos ya piensan que es un lugar de cantina en donde pueden ver animales y se olvidan de toda la mística, trato, estudio y sobre todo historia que nuestros padres nos han enseñado.
Pero, en fin, la fiesta en San Juan se ha ido diluyendo, primero en cuanto a toreros, luego en cuanto a plaza y por último en cuanto al público. Viene a mi memoria aquellas épicas corridas entre Rafael Ortega hoy finado, y Zotoluco ganándose el ruedo, haciendo suya la ciudad, ahí fue cuando empecé a enamorarme de las corridas, hoy se hacen para cumplir.
Ojalá estás reflexiones lleguen a buen puerto y este sábado podamos disfrutar de una corrida de toros con todas las de la ley.
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