Era la semana en la que se cumplían mil días de su administración. Faltaban unos minutos para las 6 de la mañana, sobre el Boulevard Ángel Albino Corzo, en la colonia Bienestar de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, se acercaba un grupo de vehículos, en el segundo iba a bordo el inquilino de Palacio.

Un grupo de unos 200 manifestantes, maestros de la sección 7 de la CNTE, padres de familia y trabajadores del sector salud, entre otros, se habían apostado a la entrada de la 7 Región Militar. Su intención era clara. No le permitirían entrar al inquilino de Palacio si no los escuchaba y les resolvía sus demandas.

El tabasqueño llegaba para encabezar, a las 6 de la mañana, la reunión de ‘seguridad’ que todos los días preside. No llegó.

Luego tenía programado encabezar la conferencia de prensa diaria que de 7 a 9 difunde por todos los medios que le son posibles. Tampoco llegó. Entró a las instalaciones militares a las 8:15 de la mañana de este viernes 27 de agosto. Fue rehén de sus propias tácticas.

El incidente, más allá de que pueda alegrar a unos o indignar a otros, nos permitió, una vez más, medir el talante real de quien ocupa el Palacio Nacional sin pagar renta.

En el diálogo que sostuvo con quienes le gritaban en su cara una serie de lindezas que no quiero repetir, el inquilino palaciego no pudo ocultar su molestia, menos pudo contener su mirada; su lenguaje corporal habló más que la protesta y la retención. Se evidenció.

“Yo no acepto chantajes”, decía el tabasqueño mientras negaba con el dedo índice de la mano izquierda y subía el vidrio de la ventanilla del Jetta con chasis de Suburban blindada.

—No, no, no. No es chantaje presidente, le insistía el ciudadano chiapaneco que buscaba una  solución a su problema por parte de la primera autoridad de la nación. Sólo recibió más reclamos.

El manifestante insistía en que el bloqueo no era chantaje. Mientras, el inquilino de Palacio, claro y firme, apuntaba con ambos índices al asiento en el que está, en señal de que ahí se iba a quedar.

“Pues ya le cerró el vidrio, no hay disposición al diálogo. Qué le llamaríamos a eso. ¿Él sí puede hablar y puede decir lo que él quiera? Pero no hay nadie que le pueda decir”, relataba quién grababa el video.

“Déjenme pasar. Me respetan y luego hablamos”, les reviró el tabasqueño visiblemente molesto.

“Exige respeto, pero no deja hablar, le responde el manifestante”. Ya no hubo modo, se quedó ahí 2 horas. Neceando.

Luego, desde el Jetta con chasis de Suburban blindada el tabasqueño emitió un mensaje:

—Estamos a la entrada del cuartel. Un grupo de maestros de la CNTE de Chiapas nos impidieron la entrada, bajo la condición de que teníamos que atenderlos de inmediato y resolverles sus demandas. Esto no lo puedo permitir, porque no puede el presidente de México, ser rehén de nadie (…) Vamos a estar aquí, el tiempo que sea necesario, dijo en el video que se trasmitió en la conferencia que a estas alturas ya no tenía sentido alguno.

Y luego agregó: “Por la dignidad de la investidura presidencial no puedo someterme a chantajes de nadie. Yo no establezco relaciones de complicidad, mafiosas con ningún grupo de interés creado”.

Ya lo había advertido desde el inicio de la manifestación: “¡Ya namás… aquí me quedo! Ese es, a mil días de gobierno ¡Les digo!

Quejas y  comentarios: @Paniagua_Fdo

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