Hoy comenzamos a ver, en términos reales y palpables, los efectos del calentamiento global. Por primera vez en mucho tiempo, empiezan a presentarse escenarios de estrés hídrico en varias partes de nuestro país.
La situación por la que están pasando nuestros paisanos del norte, en Nuevo León, es un ejemplo de lo que se desencadenará en otras zonas si las autoridades federales no se ponen manos a la obra. Sin embargo, contrario a lo que uno esperaría, ni el gobierno federal ni sus instituciones han planteado un programa emergente que atienda el problema. Ni siquiera el tema obra en la agenda política de la Presidencia de la República. La situación de Nuevo León se ha politizado y, empezando por su gobernador, se está utilizando como trampolín electoral.
La solución que todos plantean, pensando regionalmente, es en traer agua de otros estados, pero ¿qué pasará cuando el estrés hídrico se extienda a otras zonas del país? No, esa no es la solución.
La falta de agua se posiciona como el reto más importante del siglo XXI. Si no encontramos y aplicamos medidas urgentes, estaremos en poco tiempo en la antesala de un desastre anunciado.
Resulta necesario que, como nación, pensemos de forma global.
El tratamiento del agua es uno de los grandes desafíos y pendientes que enfrenta nuestro país. En México, únicamente el 40% del agua es tratada, mientras que otros países han logrado tratar hasta el 90% del vital líquido. Ello nos lleva a entender que la solución no está en traer agua de otros lados, sino en saber reciclar y reusar la que hoy tenemos y disponemos.
En el caso de Querétaro, el tema del agua representa un reto enorme que tiene su origen en la ausencia de control y medidas preventivas. Nuestra entidad ocupa el lugar 22 nacional en tener uno de los peores desempeños en el tratamiento de aguas residuales, de acuerdo con información del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
En respuesta al tema, el gobierno del estado impulsó una Ley de Aguas que fue duramente criticada, sobre todo por carecer de una visión integral del vital líquido como derecho humano; pero más que eso, la visión del gobierno se ha centrado en el Acueducto III, un proyecto de gran alcance que promete ser la solución al estrés hídrico que ya empieza a afectar la zona metropolitana. No obstante, recordemos que, cuando se impulsó el Acueducto II, se habló que éste daría solución al problema por 30 años. Hoy, después de 10 años, vemos con preocupación que el acueducto es insuficiente.
Y es que el ritmo de crecimiento urbano que tiene Querétaro, aunado a la falta de coordinación entre autoridades estatales y municipales al momento de autorizar fraccionamientos o condominios nuevos, o conceder un cambio de uso de suelo, ha provocado que la falta del vital líquido sea un tema preocupante y alarmante.
Es indispensable que en Querétaro y todo México se aborde el tema del agua con seriedad, impulsando políticas públicas integrales que den prioridad al tratamiento del agua, al combate a la contaminación y al derroche injustificado del vital líquido.
Sólo así, podremos dejar un mundo mucho más viable y sostenible para las nuevas generaciones.