El domingo se entregó la estatuilla más codiciada por los cineastas del mundo. Este año, en los premios Oscar se reconocieron la inclusión y la diversidad con la elección de Coda como mejor película. Sin embargo, la nota de los Óscares la dieron el ganador del premio a Mejor Actor, Will Smith y el presentador Chris Rock.
Smith, quien ha dado vida a personajes como Mohamed Ali y el Genio de Aladino, en un acto que él definió como “amor”, agredió físicamente al comediante Chris Rock, después de que éste último hiciera mofa de la condición médica que afecta el sistema inmune de la esposa de Smith y que la obliga a raparse la cabeza.
El comportamiento de Smith y Rock nos sirve para ejemplificar lo que llamamos “masculinidades tóxicas”. En primer lugar, los chistes de Chris Rock, sobre la apariencia de Jada Pinkett-Smith, nos muestran lo arraigado que está hablar sin límites de la apariencia de las mujeres y lo común que es agredirlas a ellas para insultar a otro hombre (las mentadas de madre son un perfecto ejemplo de ello). En segundo lugar, tenemos la reacción del Ex-Príncipe de Bel Air quien, tras su arrebato, se disculpó con la Academia y con sus compañeros nominados. Sin embargo, nunca se refirió a Jada por su nombre, y por supuesto tampoco se disculpó con ella.
La reacción de Will Smith, al igual que su discurso, giraron alrededor de sí mismo, de su ira, su falta de control y su justificación para golpear a otra persona en nombre del “amor” y la defensa del “honor” de "su" mujer. Un mensaje peligroso que contribuye a naturalizar actos violentos. “El amor te hace hacer locuras”, dijo el actor.
Smith nunca pensó en lo que su esposa quería o necesitaba, pero utilizó el insulto a Jeda para generar un conflicto con otro hombre que, desde su propia toxicidad, decidió agredir a Will burlarse de Jada.
Tal vez lo más grave de lo que vimos el domingo, son los argumentos que Will Smith utilizó para explicar sus acciones. Sus excusas son muy parecidas a los pretextos que usan los agresores de las mujeres, niñas y niños con los que viven. Es frecuente escucharles decir que el "amor" les "hace" golpear, gritar, insultar, agredir e incluso matar.
Por siglos los hombres, los patriarcas, decidieron el curso de la vida de todas las mujeres de sus hogares. Pero en pleno siglo XXI las mujeres adultas, empoderadas e inteligentes, como Jada Pinkett-Smith, no necesitan de un hombre que las defienda. Son perfectamente capaces de hablar por sí mismas.
Los golpes nunca se justifican. Responder con golpes a un chiste, por más ofensivo que sea, aun para defender a otra persona, no tiene disculpa. Definir como "un verdadero hombre" a alguien que reacciona con violencia, por más "nobles", "honorables" o "justas" que sean sus intenciones, debe dejar de parecernos normal.
Las masculinidades tóxicas nos dañan a todos y todas, especialmente a los niños y hombres que han sido educados para responder a golpes.
Titular de Aliadas Incidencia
Estratégica e integrante de la
Red Nacional de Alertistas.
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