Chicago, Illinois.- Vivo muy cerca del suburbio de Highland Park, donde el pasado 4 de julio un joven de 21 años acribilló con un rifle de asalto a la multitud de asistentes al Desfile de Independencia, dejando siete muertos y 46 heridos.
Ese día, eran las 10:14 de la mañana cuando Robert Eugene Crimo III disparó desde el techo de un negocio contra los asistentes a la celebración. En menos de un minuto el asesino confeso disparó 83 balazos que hicieron un daño indescriptible. El pistolero utilizó un rifle semiautomático Smith & Wesson M&P15 (Militar y Policial) con tres cargadores de 30 balas cada uno.
Sí, en los Estados Unidos de América es posible que cualquier persona mayor de 18 años pueda adquirir un arma de alto poder, aunque tenga prohibido comprar bebidas alcohólicas o productos de tabaco hasta los 21 años.
Coincido con todos quienes piensan que se trata de una gran aberración, pero así las cosas gracias a los defensores de la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense.
Este derecho constitucional permite poseer y portar armas para autodefensa y resistencia a la opresión, como un deber cívico para actuar en defensa del Estado.
Cuando la Segunda Enmienda fue incluida en la Constitución, los Estados Unidos eran 13 colonias que acababan de lograr su independencia de Inglaterra, que amenazaba con retomar esos territorios.
En ese contexto fue que nació el derecho a poseer y portar armas, que en la actualidad incluye rifles de alto poder con cargadores de gran capacidad destinados para la guerra.
A través de los años la Asociación Nacional del Rifle, que patrocina al Partido Republicano, ha mantenido la retórica a favor de “proteger” la Segunda Enmienda, sin importar las terribles consecuencias para la población.
En su reciente comparecencia ante el Comité Judicial, la senadora demócrata por Illinois, Tammy Duckworth, dijo: “Es un fenómeno exclusivamente estadounidense. Los asesinos en masa utilizan armas de guerra para desatar el terror y masacrar a personas inocentes. Mis representados estaban deseosos de celebrar el 4 de julio, pero se unieron a un grupo de víctimas que sufre lo peor de esta nación”.
Ante el Congreso en Washington, otros especialistas que han comparecido aseguran que las armas de asalto no tienen cabida en la sociedad civil estadounidense, que solamente este año ya ha sufrido 309 tiroteos masivos.
Por supuesto los defensores de la Segunda Enmienda citan innumerables pretextos para poseer y portar armas, pero el más inverosímil es que “las armas no son las que matan, son las personas” o que “si todos estuviéramos armados se acabaría la delincuencia y los asesinos en masa serían rápidamente neutralizados”.
Sí, son argumentos difíciles de comprender, pero son un dogma para una gran parte del país.
En una presentación un cómico inglés hizo la siguiente analogía sobre la proliferación de armas en los Estados Unidos, a pesar de tantas tragedias. Dijo que no comprendía por qué este país no hace nada para al menos prohibir los rifles de asalto y preguntó a la audiencia: “Si les doy un teléfono celular, ¿cuáles son las probabilidades de que harán una llamada? Exacto”. La audiencia celebró con risas y aplausos la obvia respuesta.
En la realidad, la posesión y portación de armas es un gravísimo problema en la sociedad estadounidense, donde cualquiera es capaz de convertirse en un asesino en masa.
Sí, lo admito, vivo en el país más idiota del Mundo.