En los últimos meses, las familias mexicanas han sentido el duro golpe de la inflación. Los precios de los productos básicos están por los cielos y, aparentemente, no hay estrategia o acción que pueda detenerlos.

De acuerdo con información del Inegi, en lo que va del 2022, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) ha sufrido un alza generalizada del 8%; la inflación más alta en los últimos 21 años. En comparación con el año pasado, donde la tasa anual no superaba los 6 puntos porcentuales, hoy la situación económica de las familias mexicanas está cada vez más difícil en sus bolsillos.

En respuesta a los cuestionamientos, el presidente reitera, casi en automático, que todo va bien y que éste, como otros temas, son invención de sus opositores. Lo que deja de lado el titular del Ejecutivo, es que éste, como otros temas, están basados en cifras, estadísticas y datos objetivos que no pueden ser manipulados.

En otras palabras, no son posturas o puntos de vista de la oposición, es la radiografía de la situación real del país.

Y es que parte de esa situación tiene que ver con la política de austeridad que ha seccionado y afectado gravemente las finanzas locales. No olvidemos que gran parte de su presupuesto depende de las participaciones federales y, en ese sentido, la posibilidad de impulsar proyectos locales o regionales está condicionada al apoyo federal. No obstante, el Ejecutivo ha anunciado con bombo y platillo su plan de austeridad extrema, el cual ha denominado “pobreza franciscana”, lo que sin duda representa el aviso implícito de que toda pretensión de obtener financiamiento del gobierno federal será trivial.

Sin embargo, dicha austeridad no se ve reflejada en las obras cumbre del presidente, como el Tren Maya, la refinería Olmeca de Dos Bocas, Tabasco y el Aeropuerto Felipe Ángeles, cuyos presupuestos casi se han duplicado; con aumentos que van en su costo de 150 por ciento o más. Es decir, no hay recursos para otras acciones más que aquellas que le son de interés al titular del Ejecutivo.

Querétaro no es la excepción en todo este grave escenario. Tan solo la semana pasada, el gobernador del estado informó que esta entidad no ha recibido mil millones de pesos de lo originalmente presupuestado.

Además, en el tema de la inflación, la Profeco informó que el costo de los alimentos de la canasta básica ha aumentado a tales niveles, que las familias queretanas destinan entre el 30 y 40% de sus ingresos totales para obtener sus alimentos indispensables.

En este sentido, la política de austeridad del gobierno federal y el control centralizado de los recursos financieros, han provocado que la situación económica de las familias mexicanas se vea cada vez más precaria; con nulo crecimiento y ausencia de empleos bien remunerados y suficientes. Es tiempo de reactivar el consumo y los proyectos locales o regionales para impulsar la reactivación económica, es algo que el gobierno federal debe entender y aplicar.

De otra manera, estaremos en la antesala de una de las contracciones económicas más graves de nuestra historia y sus resultados pueden ser devastadores.

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