El viernes pasado, al llegar a casa encontré a mi hija llorando. No tuvo que decirme por qué. Yo lo sabía.

Lloraba por sus amigas, por sus primas, por Victoria Guadalupe, por Debanhi, por Fernanda, por Lesvy, por Dulce Cecilia, por Griselda, por Laura, por Alejandra. Lloraba por las que hoy no regresarán; por las decenas de miles de jóvenes desaparecidas que nunca serán encontradas y por las que fueron halladas asesinadas, tiradas como basura entre la hierba, en los canales de aguas negras o en cisternas en desuso.

Mi hija lloraba por ella.

Lloraba por las calles que ya no quiere caminar; por su libertad pérdida; por el coraje que siente de tener miedo. Lloraba por la paz que le robaron hace muchos años en un país donde una mujer joven no puede vivir segura, por vivir en un país donde las autoridades no hacen nada.

No supe qué decir. ¿Cómo puedo convencerla de que todo va a estar bien si todos los días 10 mujeres son asesinadas en México? ¿Cómo puedo asegurarle que ella está, a salvo si en todas las redes sociales circulan las fichas técnicas de cientos de jóvenes desaparecidas? ¿Cómo tranquilizarla cuándo yo le pido que me comparta su ubicación en todo momento, porque necesito saber dónde debo comenzar a buscarla si un día no regresa?

La erradicación de la violencia contra las mujeres está muy lejos de ser una prioridad para el gobierno federal y para los gobiernos estatales y municipales. Esto es evidente en la falta de capacidad y conocimientos de las personas responsables de su atención. Es evidente en los discursos vacíos. Es evidente en los escasos recursos asignados en 2022 para atender el problema. El gobierno federal morenista, de Andrés Manuel López Obrador, destinó el 0.016 por ciento del presupuesto federal a atender la violencia contra las mujeres. En Querétaro, el panista Mauricio Kuri, asignó poco más de 19 millones de pesos, equivalentes al 0.02 por ciento del total del presupuesto estatal, apenas 15 pesos con 68 centavos para cada queretana.

Las mujeres tenemos derecho a vivir sin miedo y todas las autoridades tienen la obligación de garantizar ese derecho.

Sin embargo siguen sin darle importancia a la violencia, a la discriminación y a la desigualdad que todos los días impactan a miles de mujeres, jóvenes y niñas. La falta de recursos y la creación de políticas públicas sobre las rodillas de personas incompetentes, se reflejan en los casos, cada más numerosos, de jóvenes y niñas desaparecidas y asesinadas.

Mientras tanto el oportunismo político domina los cínicos discursos de los responsables de velar por la seguridad de todas.

Basta ya de politiquería barata. Urge atender a la violencia feminicida como lo que es, un problema de seguridad nacional. Se requieren acciones urgentes, se requiere nombrar expertas, pero sobre todo se requieren menos condenas inútiles y una verdadera voluntad política.

El viernes mi hija lloraba por el futuro de paz que la violencia le robó. Yo lloraba con ella.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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