Hoy regresamos a clases (virtuales) en la Universidad Autónoma de Querétaro. Desafortunadamente, no todos los jóvenes de los 31,509 que iniciaron el segundo semestre de 2019 podrán continuar con sus estudios. El porcentaje de personas que abandonaron nuestra universidad es de 35 por ciento, según datos ofrecidos por nuestra rectora, la doctora Teresa García Gasca (El Universal Querétaro, 05/07/21 nota de Zulema López).
La causa, expone García Gasca, es primordialmente la pandemia. Las bajas “voluntarias” se duplicaron en comparación con los dos semestres de 2020. Esto es preocupante debido a que la UAQ había hecho un esfuerzo notable por ampliar la cobertura de primer ingreso cuya tasa en 2017 fue de 38 por ciento y en 2020 de 41 (Tercer Informe). Es decir, la creación de más oportunidades de estudio se vio seriamente afectada por la contingencia sanitaria. Pero en la UAQ no nos arredramos.
Ante este escenario, la rectora ha planteado esquemas de “reinserción”. Para ello, seguramente las oficinas de planeación van a desarrollar y difundir datos precisos sobre en qué campi se registró el mayor número de jóvenes excluidos, cuál es su perfil sociodemográfico, qué nivel y programas académicos cursaban, cuál fue su desempeño académico, cómo está conformado su hogar y con qué apoyos contaban antes de irse. Esto último es necesario porque supongo que los modelos para la reinserción tendrán que ser más amplios que otorgar descuentos, tabletas y becas. En estos rubros, la UAQ destinó un poco más de 34 millones de recursos propios en 2020, que a pesar de ser importantes, fueron limitados para contener el duro golpe de la pandemia sobre la vida y el hogar del joven estudiante.
Al estar discutiendo estos asuntos, apareció el reporte intitulado “Educación Superior y Covid 19 en América Latina y el Caribe. Financiamiento para los estudiantes” del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esta Nota Técnica fue elaborada por un grupo de especialistas con el propósito de entender las medidas que “los principales actores del financiamiento” tomaron en 2020 para apoyar al estudiante. Para ello, condujeron encuestas y entrevistas con representantes gubernamentales, institutos de créditos educativo e instituciones de educación superior en 11 países de la región (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, México, Perú, República Dominicana y Uruguay).
Como buen banco, el BID apuesta por la promoción de líneas de crédito y préstamos para financiar las trayectorias académicas de los jóvenes, tema que en países como Estados Unidos es cuestionado por la onerosa deuda que representa para los egresados. Además, ante el empobrecimiento de los hogares en países como México a raíz de la pandemia, contratar un crédito parece inviable. Creo que por ahí no va la solución. Pero aparte de lo cuestionable de las propuestas del BID, hay otras valiosas. Por ejemplo, repensar el papel de los egresados –y sus sociedades, aún inexistentes en la UAQ– para poner en marcha apoyos “solidarios”. También sugiere, muy tímidamente, nuevas formas de organización escolar que tampoco en la UAQ hemos experimentado para formar a más jóvenes y mejor. Es tiempo de innovar.
Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)