En los pasados días, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, arremetió de manera repetitiva en varias conferencias matutinas contra la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fueron múltiples las declaraciones que lanzó y que, naturalmente, encontraron respuesta en millones de personas. ¿Cómo se puede analizar este acto y qué implicaciones puede conllevar?

La serie de declaraciones del Presidente contra la UNAM ha causado una ola de reproches y se han interpretado como desproporcionadas y lejos de la realidad por parte de un cúmulo de comunidades. Ejemplos de éstas son la de actuales y antiguos estudiantes y profesores, trabajadores de la institución y otros conglomerados de personas que han interactuado con la Universidad o que  le expresan afecto y solidaridad.

Acerca de lo que manifestó López Obrador, hay que revisar el panorama y el lenguaje que utilizó. Una cosa es decir que hay grupos de poder y redes de corrupción en la UNAM, y otra muy diferente es degradarla, sin conocimiento previo e intentando influir en la población con un discurso facineroso, mencionando que la Universidad “se volvió defensora de los proyectos neoliberales; perdió su esencia de formación de cuadros profesionales para servir al pueblo; perdió su esencia; se ‘derechizó’ y se volvió individualista”.

Con respecto a lo primero, seguramente es cierto, la UNAM es un monstro en cuanto a su tamaño e infraestructura y entre tanta población que alberga es probable que surjan redes de corrupción, como también sucede de manera lamentable, en diferentes proporciones, en varias instituciones de México, incluyendo el actual Gobierno Federal (GF), aunque el mandatario y muchos de sus seguidores opten por no reconocerlo. En ningún caso es admisible ese comportamiento, por lo que es imperativo cambiar las prácticas.

Pero lo anterior nos brinda mucha luz para comprender el panorama del mandatario. Sus declaraciones evidencian estar fuera de proporción, producto de su desconocimiento de la realidad y de la falta de interacción con la comunidad académica, científica y estudiantil de todo México, aunque en este caso, de la UNAM; lo que, por ende, también se traduce a ignorar sus necesidades y lo que han logrado hacer por el país aun con el limitado presupuesto que el GF les otorga.

Otro punto importante es mencionar que el ataque a la UNAM no es el primero que lanza López Obrador en su administración contra instituciones educativas de México. Antes arremetió contra el Instituto Tecnológico Autónomo Metropolitano y el Centro de Investigaciones y Docencia Económicas, entre otros espacios. Sus desaforadas ganas de desmeritar y socavar instituciones es una característica principal del populismo (sea de derecha o izquierda), situación que limita los contrapesos, la participación ciudadana y la libertad en una democracia.

Finalmente, hay que regresar al discurso de López Obrador. Atacar a la UNAM es también atacar a las personas de las comunidades anteriormente mencionadas que, por cierto, muchas de ellas son seguidoras o incluso también trabajan en el gobierno de la 4T. Pero algo crucial que no debe pasarse por alto es que este ataque no debe interpretarse como aislado, sino que bien puede integrar e ir contra las demás instituciones educativas del país.

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