Los canadienses están acostumbrados a enfrentar temperaturas bajo cero, pero no termómetros que superan los 40 grados centígrados. La brutal ola de calor que afectó al oeste de su país mató a más de 500 personas. Hay incendios forestales que arden todavía en varias ciudades y se teme un impacto devastador en la vida marina luego de la muerte masiva de mejillones, almejas y otros animales.

En Europa han sido las inundaciones. Este fin de semana se reportaban más de 150 fallecidos, pero se teme que esa cifra crezca conforme se avance en la limpieza de los escombros. Miles de personas se quedaron en la calle. Sus casas fueron destruidas o son consideradas riesgosas por las autoridades.

La advertencia existió: el servicio meteorológico dijo desde el inicio de la semana pasada que los alemanes podian padecer de inundaciones extremas. Sin embargo, no se procedió a una evacuación. Ni la población, ni las autoridades imaginaron que la fuerza del agua sería de la dimensión que fue. Y es que lo que está pasando en el planeta supera incluso los pronósticos de aquellos científicos que eran considerados alarmistas.

Estamos hablando de Canadá y Alemania, dos de los países con mejor preparación en cuanto a protección civil. Si en lugares con infraestructura de ese nivel hay un saldo mortal de esa magnitud, asusta pensar en los efectos que esos mismos fenómenos pueden tener en naciones menos desarrolladas. Y es que son cada vez más las afectaciones que causa el clima extremo. Con el calentamiento global, los expertos temen un aumento en la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos catastróficos superior a las previsiones que se habían hecho.

Los efectos a mediano plazo son también brutales. En México, el cambio climático ha generado que haya más terrenos secos y estériles, sobre todo en el norte. Se han perdido bosques, glaciares y cosechas enteras, han surgido enfermedades y se han multiplicado los incendios forestales. El problema es que, aun cuando contamos con una Ley General de Cambio Climático, la realidad es que esta no se aplica. De hecho, la Unión Europea y Estados Unidos ya están considerando cobrar impuestos a México por no cumplir los acuerdos en la materia.

Régulo Salinas, presidente de la Comisión de Energía de la Concamin, advirtió que México podría terminar con el peor de los escenarios: un medio ambiente más contaminado y exportaciones afectadas por imposiciones fiscales. Él mismo explicó que las energías renovables, que solían ser muy caras, se han vuelto cada vez más accesibles y hasta competitivas. Sin embargo, la Comisión Federal de Electricidad tiene plantas muy viejas y contaminantes que no está dispuesta a dejar de operar.

Pemex también tiene su parte. Solo en enero produjo 83 por ciento más de combustóleo. Se trata de 231 mil barriles diarios de un combustible que tiene tanto azufre, que al quemarlo afecta las vías respiratorias y contribuye a la formación de lluvia ácida que daña a todo el ecosistema. Es un residuo de la refinación que se usa para producir energía eléctrica. El problema es que genera tanta contaminación, que nadie quiere adquirirlo. Este diario destacó el viernes pasado en su primera plana que las refinerías mexicanas tuvieron un récord de paros no programados porque no pueden deshacerse del combustóleo y no tienen dónde almacenarlo. Ante eso, no pudieron operar ni a la mitad de su capacidad instalada.

La visión de este gobierno en cuanto a generación de energía tiene que cambiar. Seguir apostando por opciones contaminantes nos aísla del mundo y nos cuesta cada vez más. No es solo un tema de eficiencia, es de sobrevivencia.

@PaolaRojas

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