Esto ya no se trata de su tesis, sino del futuro que estamos dejando que se escriba. Lo que hoy nos indigna mañana será rutina, porque el precedente ya está puesto: la verdad no importa y la justicia también se puede plagiar.

Este caso, disfrazado de anécdota mediática, es sólo un botón de muestra de lo que se avecina. Si un tribunal cede ante una ministra, ¿qué nos queda esperar cuando el poder sea absoluto? La reforma judicial que hoy se consolida con sonrisa populista no es más que la antesala de un sistema donde nadie podrá cuestionar nada. Donde la voz de los jueces, como la de las universidades y la sociedad, quedará sepultada bajo el peso del poder que todo lo controla. Hoy es una ministra, pero mañana serán los cómplices, los corruptos y los impunes quienes se acojan a este mismo sistema que todo lo absuelve.

No perdamos de vista el verdadero peligro: un juez tuvo que fallar a favor de su superior jerárquico. No es una decisión ingenua; es un acto de supervivencia en un contexto donde quienes aspiran a formar parte del Poder Judicial saben que el oficialismo tiene en sus manos las candidaturas y los cargos. El mensaje es claro: o te alineas o te quedas fuera. ¿Qué será del futuro de la justicia cuando la elección de jueces y magistrados quede enteramente en manos del poder político? Cualquiera que incomode, cualquiera que disienta, será eliminado. Aquí no importa la verdad, no importa la ley, no importa la decencia. Importa obedecer.

La decisión de los tribunales sobre el caso de la tesis no es un fallo aislado, es un símbolo. Simboliza que todo se puede comprar, que el poder dobla a las instituciones y que la justicia, como la verdad, está en venta. Hoy nos escandalizamos, pero estemos preparados: esto apenas comienza. La indignación de hoy será la normalidad de mañana. Un día veremos cómo sentencias a todas luces absurdas y vergonzosas exoneran no solo a quienes roban ideas, sino también a quienes roban vidas, recursos, derechos y dignidad.

Lo más doloroso es que el camino ya está marcado. Hoy un tribunal humilla a la UNAM, obligándola a callar y archivar la verdad. ¿Qué pasará mañana cuando el silencio sea la única opción para jueces, periodistas, universidades y ciudadanos? Estamos entrando, sin darnos cuenta, a una época donde lo impensable se vuelve cotidiano, donde el poder no conoce freno y donde la justicia, sometida y mutilada, será sólo un trámite cómplice.

Esto que hoy nos parece una aberración no será un escándalo en unos años. Cuando los tribunales se transformen en oficinas administrativas del poder, cuando las instituciones no puedan más que fingir independencia, entenderemos que todo comenzó aquí. La reforma judicial será la pieza final del rompecabezas: un poder sin frenos, sin límites, sin consecuencias. Las sentencias que hoy son ejemplo de justicia serán pronto anécdotas del pasado, reliquias de un sistema que alguna vez se atrevió a ser imparcial. Las próximas generaciones no entenderán qué significaba la independencia judicial porque, para entonces, todo será parte de un mismo aparato, donde la verdad no importa y la obediencia lo es todo.

Y aunque la historia tarde en escribirse, llegará el día en que quede claro que el silencio no fue inocente. Pero para entonces, tal vez ya sea demasiado tarde: sin justicia, sin instituciones y sin país, ¿qué nos quedará? Lo que viene no es un problema de tesis, ni de un tribunal, ni de una ministra. Lo que viene es un futuro donde el poder es la única ley.

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