Con las votaciones de hoy y del 27 se cerrará formalmente el proceso electoral en la UAQ. Esta “auscultación vinculante” organizada por la comunidad universitaria permitirá elegir a la persona que ocupará la rectoría por el periodo 2024-2027.
El resultado se conocerá a más tardar el 30, pero en el camino hubo aprendizajes que hay que ponderar. Los procesos electorales en las universidades públicas son valiosos porque ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre nuestros comportamientos individuales y de grupo. Sirven también para revisar el marco institucional que posibilita y limita nuestra actuación dentro de la universidad. Por esto, emprendimos “La Otra Campaña UAQ”.
Somos las y los universitarios los que, bajo el principio de autonomía, establecemos las reglas para elegir a nuestras autoridades y somos también nosotros los que decidimos cómo mejorarlas por la vía del razonamiento, el diálogo y la discusión. Si un aprendizaje hubo en este proceso fue derivado de la inconformidad. No pocos reiteramos públicamente nuestro desacuerdo con los procedimientos y la ingerencia externa.
Pero al desacuerdo y la inconformidad se enfrentan con discusión abierta. Por esta razón, el Cuerpo Académico Modernidad, Desarrollo y Educación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ organizó el foro: “¿Es posible la democracia en la universidad latinoamericana?” con colegas del Cinvestav, UACM, Universidad Veracruzana y UNAM. Ante un auditorio abarrotado y lleno de ideas, estudiantes, investigadoras y maestros expusimos algunos puntos que aquí es importante recapitular.
Es necesario reconocer que hay una relación causal entre la manera de elegir a las autoridades universitarias y los resultados que las instituciones generan. Esto es clave en términos de responsabilidad de cada estudiante y maestro-elector. Un punto que agregaría es la manera en que las autoridades elegidas rinden cuentas a la comunidad de manera real y efectiva.
Igual de importante es poder elegir a nuestras autoridades en libertad y para asegurar esto, se deben revisar las condiciones de trabajo de las y los profesores, así como las condiciones de estudio y apoyo a los estudiantes. Cualquier presión al docente o al alumno para inducir el voto, debe ser en teoría denunciada y sancionada. ¿Por qué no ocurre así actualmente? Necesitamos prevenir a futuro y efectivamente estas prácticas que dañan nuestros espacios académicos, intelectuales y científicos. Se trata de la formación de las y los jóvenes.
Se habló también de cómo la “fatiga democrática” que en general se está experimentando en varias partes del mundo y sociedades, permea nuestra vida interna universitaria. A este respecto, un estudiante de primer semestre me expresó su queja de que el proceso electoral de la UAQ fue poco “divulgado” y que había que saber cómo se puede garantizar la democracia en la UAQ de manera “oportuna e imparcial”.
Como en todo espacio universitario, hubo discrepancias. Pero una coincidencia sustancial fue la necesidad de defender la autonomía como condición sine qua non para mejorar nuestra vida universitaria. Ésta está en riesgo. Gracias entonces a Ángeles Guzmán, Alma Maldonado, Fernando Belaunzarán, Rodolfo Sarsfield, David Baltazar, Raúl Arias Lovillo y Marco A. García por contribuir a la reflexión colectiva. Sigamos.