En México, hay cosas que se hacen bien y una de ellas fue la creación del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) en 1993, el cual es una asociación civil que concentra alrededor de 700 miembros de más de 200 instituciones académicas del país. Financieramente, el COMIE se mantiene por sus propias actividades tales como la realización de su congreso bianual y las cuotas de sus afiliados.
Por el compromiso de sus equipos técnicos y la capacidad de sus agremiados, su revista (RMIE) es considerada como una de las más prestigiosas del medio. Publicar un artículo ahí equivale a lograr una significativa visibilidad de las ideas y emprender su discusión. Atención aparte merece la elaboración de los estados del conocimiento, los cuales son síntesis de investigaciones realizadas durante una década en 18 áreas temáticas que van desde áreas generales del pensamiento (filosofía, historia, pedagogía) hasta temas específicos (convivencia escolar, tecnologías de la información, sustentabilidad, multiculturalismo, entre muchos otros). Al perplejo funcionario le haría bien leerlos.
Contrario a otros espacios académicos y universitarios, advierto que al COMIE lo mantiene y saca delante de no pocas vicisitudes y aprietos el ethos de generosidad. Me pregunto si esto es así en otras comunidades científicas. Va un ejemplo: al organizar en 2011 el primer Encuentro Nacional de Estudiantes de Posgrado en Educación (ENEPE), junto con otras colegas, constatamos que la mayoría de las y los investigadores de mayor trayectoria y prestigio del COMIE aceptaron con gusto y compromiso comentar el trabajo de las y los jóvenes en formación. Esta actitud parece sigue vigente.
Del 4 al 8 de diciembre el COMIE organizó su décimoséptimo congreso en la verdosa ciudad de Villahermosa, Tabasco y atrajo el interés de más de 4 mil investigadoras e investigadores de la educación. Según sus registros, 2,536 contribuciones fueron recibidas, pero sólo fueron aceptadas siete de cada diez (1,870) para presentación. Por fin, luego de cuatro años pudimos reunirnos físicamente y convivir.
¿Qué me llamó la atención de este congreso? Primero, que una tercera parte de las áreas temáticas concentraron 50 por ciento del total de “contribuciones”, a saber: (1) Sujetos de la educación, (2) Educación en campos disciplinares, (3) Procesos de formación, (4) Procesos de aprendizaje, (5) Tecnologías de la información y (6) Prácticas educativas.
Segundo: pese a que es un congreso nacional, Colombia, Chile, Perú, Ecuador y España tuvieron presencia en Tabasco y esto hace pensar en la necesidad de intensificar la internacionalización del COMIE en virtud de que esta agrupación forma parte de la Asociación Mundial de Investigación Educativa (WERA, por su sigla en inglés) y además, ha participado activamente, desde 2016, en la Red de Investigación Educativa de las Américas (AERN) cuyos simposios han mostrado preocupaciones comunes con otros países de la región como la amenaza a la libertad académica, a la verdad y el abierto ataque a las ideas no oficiales o gubernamentales.
En este sentido, el tercer aspecto que me llamó la atención del XVII CNIE-ENEPE fue el desafecto de la Secretaría de Educación Pública por la investigación educativa del país y por otro, la “política del avestruz” (Latapí) de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación para rehuir el debate sobre los resultados de PISA que se dieron a conocer el martes 5 de diciembre. ¿A qué le temen? “El aumento del conocimiento depende por completo del desacuerdo” (Popper).