En días recientes, la polémica por la elaboración y distribución de los libros de texto gratuitos (LTG) se ha intensificado. Ante las críticas sobre el proceso de edición y el contenido de algunos ejemplares, algunos servidores públicos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) han reaccionado de manera agreste. Aunque existe un decreto que establece que había que hacer un piloteo en las 32 entidades federativas del país para iniciar el uso de este material de manera consistente y parsimoniosa, el Presidente ya anunció que los LTG se están distribuyendo en “todo el país” (Aristegui Noticias).
¿Qué pasó con la resolución de un juez federal de suspender la impresión y distribución de estos textos hasta que se recomponga el proceso? Oficialmente, no lo sabemos, aunque hace pocos días se anunció que la SEP entregó a un juzgado federal las “constancias” del método empleado para elaborar e imprimir los LTG (La Jornada, 25/07/23). Públicamente, tampoco conocemos esta información. Ante el vacío legal que rodea la distribución de los LTG, el Presidente ya manifestó que su gobierno es “especialista” en saltar los obstáculos del Poder Judicial (Reforma, 29/07/23).
Rechazar la crítica, incumplir acuerdos, y desafiar la legalidad en aras de la “transformación” son tres rasgos de este gobierno. Estos libros de texto gratuitos son producto precisamente de este proceso autoritario y es por ello que algunos lo cuestionamos. Pero en la actual polémica sobre los LTG veo también al menos cuatro equívocos. Uno, caer en la dicotomía, muy popularmente utilizada, entre tecnocracia y maestrocentrismo (“todo lo que haga y diga el maestro es válido”). Ambas posiciones son cerradas y no permiten dialogar y corregir errores. Segundo, la cerrazón de la SEP, asumiendo que la crítica a sus textos equivale a una lucha político-ideológica existencial e irresoluble. Sin ser experto en diseño curricular, me parecen muy razonables los cuestionamientos que han hechos algunos especialistas a los libros de texto de matemáticas. Si las académicas y expertos ligados a la SEP refutaran públicamente estas críticas todos aprenderíamos.
Por cierto, el tipo de críticas hecho por los especialistas en la enseñanza de las matemáticas es necesario para todos los demás textos. Quedarnos con sólo los cuestionamientos a un ejemplar para descalificar a todos es un error. Éste es el tercer equívoco. Aún nos falta más y mejor crítica. Cuarto y último, en aras de defender libros de texto bien hechos, es decir, pedagógicamente sólidos para que sean en verdad “instrumentos de equidad” (Villalpando), algunos analistas tienden a sobredimensionar su función en la sociedad actual y lo más contraproducente, omiten considerar a las y los maestros como personas capaces de detectar en un libro oficial errores, sesgos y limitaciones y así enseñarlos sin mediación alguna.
En este sentido, es de celebrarse la posición asumida por algunas autoridades educativas como las de Guanajuato y Nuevo León. En el estado norteño, se organizó, por ejemplo, una mesa de análisis sobre los LTG el pasado 26 de julio donde asistieron más de 100 agentes educativos, entre maestras, ATP, directores, jefes de sector, supervisores representantes de organizaciones de la sociedad civil y líderes sindicales. El mensaje de la secretaria de educación del Estado, Sofialeticia Morales Garza, fue claro: “los maestros educan, no adoctrinan” y depende del juicio de ellos para mediar los contenidos vistos en clase. Además, ofreció apoyo y acompañamiento al docente para utilizar los nuevos libros y así reforzar áreas como alfabetización inicial, lectoescritura y matemáticas. Ante el cambio atrabancado y la polémica, ojalá más entidades asuman posiciones como éstas.