Al cumplir los 70 años. Un hombre alto, robusto y canoso. Con un chaleco (que le cubría ese gran corazón). De corbatín norteño. Con una desbordada vitalidad, sentido común y sentido del humor. Te entregaba en la mano una tarjeta de presentación, que debajo de su nombre decía: Difunto.

Juan Germán Torres Landa García decía que su padre Juan José (un gobernador que transformó Guanajuato en los 60) había muerto a esa edad. “…ya lo rebasé. Lo que viva, es ganancia”.

El martes pasado, lo perdimos a los 80. Es su plenitud, como amigo.

Había llegado a Querétaro a los 18 años, junto con su hermano Juan Arturo “El Pollo”. Desarrollaron y remodelaron la Hacienda de Jurica.

Juan Germán era un urbanista innato y un constructor incansable. “Mi palabra de vida es construyan. Construyan. Generen empleos y economía. Pero también construyan cariño y amistad”, decía puntual.

“El Pollo” y Germán movieron el crecimiento de Querétaro hacia el norte. En Jurica y Juriquilla, hoy hay cerca de 40 mil familias.

Arturo y Germán eran una gran pareja transformadora. El talento del negociador y la creatividad del urbanista.

Convencieron a 22 dueños (con la asesoría del abogado Luis Felipe Ordaz), y compraron la Hacienda de Juriquilla. Hoy 35 años después, hay 22 mil casas.

Juan Germán convivió con 13 gobernadores. Uno de ellos (1980) le quiso arrebatar la Hacienda “Los Laureles”. Se negó a regalársela. Aguantó el veto, y lo vio salir. “…ellos se van. Los ciudadanos nos quedamos”, aseguraba. Germán, tenía un concepto claro de porque es exitoso Querétaro.

“El gran gobierno es la sociedad queretana. Ponemos un gerente al frente, y si no nos gusta. Lo quitamos”.

Extraordinario y generoso amigo. Compartía su sabiduría, el buen vino, y su tequilO (no tequila), que decía era destilación de un Agave Macho Azul que sólo se daba en la Sierra de Guanajuato.

En “Los Laureles” (su casa) puso en la carta los “Chiles San José” (rellenos de frijol y queso) que le hacía su mamá, María Teresa; y sentó (siempre) a su perro Max en la mesa.

Todos los viernes tenía su comida bajo el portal. Siempre sus mismos amigos. De vez en cuando, pedía al Mariachi que le cantará “Acompáñame”.

Frente al náutico, dentro del cerro pegado a la cortina de la presa. Construyó en 6 kilómetros de túneles y 15 pisos subterráneos: 13 museos y 5 hoteles, con 20 mil artículos en exhibición.

En el museo de Illinois tienen la foto del presidente Abraham Lincoln con el primer proyector de cine construido en el mundo (1861). Germán lo tiene aquí.

“Lo que guardes no existe. Lo que compartes existe”, una frase que describía su generosidad y su legado cuando invitaba a su casa a un amigo. Juan Germán se fue. Pero se queda. Es inolvidable, e irrepetible.

Allá, algo estará pensando en remodelar hoy. Ése es, nuestro Juan Germán. El gran amigo. El incansable constructor y el ejemplar padre de “Yeyo”, “Tato” y “Milo”.

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