Gilberto Herrera Ruiz nació un 26 de junio de 1965 en la Ciudad de México. Tiene hoy, 59 años cumplidos.

Su formación académica es ejemplar.

En el Tec de Monterrey cursó una Ingeniería y una Maestría en Ingeniería. Luego un Doctorado en Hungría.

Hace 26 años llegó a dar clases a la UAQ, y en 2012 se convirtió en rector. En aquella ocasión, Gilberto venció la intención de Raúl Iturralde Olvera de heredar la rectoría a Marco Antonio Carrillo Pacheco.

Iturralde se quejó de que el gobernador José Calzada Rovirosa operó en favor de Herrera.

Pero académicamente es intachable.

Gilberto es un científico, con todas las credenciales y capacitado técnicamente, para crear un robot industrial. Pero en la política, los cables se le cruzaron. Hizo corto, y se convirtió en un Frankenstein incontrolable.

Gilberto fue (muy) atractivo para Morena. Durante su rectoría se enfrentó al obstinado gobernador Francisco Domínguez Servién (2015-2021).

Herrera acusó a Pancho de interferir en la autonomía universitaria, buscando influir en la elección de varios directores de facultades, por medio de Agustín Dorantes (hoy senador).

El exrector y el exgobernador se enfrentaron los seis años.

Herrera fue un fuerte crítico de su gobierno, denunciando la falta de apoyo y cuestionando las políticas de financiamiento a la educación pública en la entidad.

En marzo de 2016, más de cinco mil estudiantes y maestros de la UAQ, encabezados por el rector Herrera Ruiz, se congregaron en la Plaza de Armas para demandar al gobernador Domínguez el incremento del presupuesto universitario.

Este enfrentamiento le dio visibilidad en la política local, y lo convirtió en un bocado apetecible para Morena, que llegaba a Querétaro sin liderazgos locales, que pudieran transformarse en candidatos competitivos.

Carlos Peñafiel Soto —hoy embajador de la 4T en la república de Corea—, lo llevó con Andrés Manuel López Obrador en 2018, y el tsunami morenista lo hizo senador plurinominal por primera minoría. Ganó la fórmula de Mauricio Kuri y Lupita Murguía.

Gilberto pidió licencia, y asumió la delegación local de Bienestar.

Le cayeron (por año) unos tres mil mdp, para repartir entre el pueblo sabio, operando todos los programas sociales.

El poder y el dinero convirtieron al científico en esa criatura política sin freno. Manejaba a su antojo el partido y a discreción, los recursos públicos.

Se peleó con todos. Por muy amigos o cercanos a Andrés Manuel o a Claudia, todos se le hacían chiquitos. Los “pelusiaba”.

Controla un grupo radical, que engaña, a su antojo.

Por sus pistolas, ordenó descalificar a Sinuhé Piedragil.

Aquel que llegó a Querétaro en 2005 acompañado de Claudia Sheinbaum, a tocar puertas, para afiliar ciudadanos y fundar, Morena.

El afán de poder de Gilberto es tan desmedido, que tiene dividido y fracturado a Morena.

Gilberto, ese científico que terminó en Frankenstein es el principal destructor político de Morena.

Que siga vivo el personaje. Que siga dividiendo, clama la oposición.

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