En la folclórica política mexicana, se les conoce como “chapulines” a los políticos que cambian constantemente de partido o de cargo público, con el (único) objetivo de mantenerse en el poder y conservar sus privilegios.
Los ciudadanos, que no son tan inocentes como lo suponen los políticos, los califican como cínicos. Son políticos que saltan de una militancia a otra (o de un puesto a otro) sin importar los principios ideológicos.
Hoy están en el poder siete gobernadores que tenían décadas en ese PRI, enterrado porque se atascó de corrupción, de nepotismo y sinvergüenza.
Julio Menchaca Salazar en Hidalgo; Miguel Ángel Navarro Quintero en Nayarit; Alejandro Armenta Mier en Puebla; Layda Sansores San Román en Campeche; Alfonso Durazo Montaño en Sonora; Rutilio Escandón Cadenas en Chiapas y Américo Villarreal Anaya en Tamaulipas.
No podrían negarlo. Son oportunistas políticos. El descaro los describe de pies a cabeza.
En agosto de 2024, en la Cámara de Diputados, el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido del Trabajo (PT) transfirieron 21 diputados a la bancada de Morena. Esta acción les permitió obtener la mayoría absoluta necesaria para presidir la Junta de Coordinación Política (Jucopo) durante tres años consecutivos.
Desde el inicio de la LXIV Legislatura en septiembre de 2018 hasta enero de 2021, se registraron 60 cambios de bancada por parte de legisladores en ambas cámaras del Congreso de la Unión.
El salto de partido es una muestra clara de la ruindad y falsedad de la clase política.
No es un asunto de ideologías y mucho menos de valores. Se venden al mejor postor, sin importarles la traición a sus votantes, ni la degradación de la democracia.
No buscan servir, sino servirse.
Los ciudadanos estamos hartos de tal simulación. ¿Cómo confiar en un político que ayer militaba en la oposición, y hoy se proclama defensor de una causa contraria?
Entenderá Miguel Ángel Yunes Márquez el legado de traidor que pesa sobre su espalda y su apellido. Él y su padre se refugiaron en Morena para evitar la cárcel, después de ejercer un sexenio corrupto en Veracruz.
Su sonrisa, flanqueado por Adán Augusto López y Gerardo Fernández Noroña, mostrando su credencial de afiliación a la 4T, es de un sinvergüenza.
La oclocracia (Polibio) es un término que describe la degeneración de la democracia.
El líder demagogo y manipulador explota la ignorancia, emociones y pasiones del pueblo.
En otras palabras, es el gobierno de la turba, donde las decisiones se toman de manera impulsiva, sin respetar la ley, los principios democráticos y el bienestar común.
Esos “chapulines” le apuestan a ello. A que, el pueblo bueno, el manipulado con políticas populistas o los nuevos votantes (ignorantes de histórica corrupción), voten por ellos. Porque ya se rebautizaron de demócratas, o porque el sólo hecho de calzarse unos tenis fosfos, los convierte en una opción de cambio.
Los “chapulines” son “chapulines”.