El caparazón del presidente Andrés Manuel López Obrador es impenetrable. Casi nada le hace daño real, en la opinión positiva que la mayoría de los mexicanos, tienen de él.
Tardó 18 años en llegar a la Presidencia. Perdió y regresó, no se escondió a llorar sus penas. Es un terco probado.
En 2018 desapareció al PRI de Pepe Meade, y le ganó por más de doble de votos al PAN (17.5 millones) de Ricardo Anaya. Andrés obtuvo 30.1 millones de sufragios a favor.
AMLO logró que todo el odio guardado por millones de mexicanos, (pobres, clase medieros y fifís) durante ocho décadas de gobiernos abusadores y corruptos, se verbalizara en una venganza en las urnas.
Esa narrativa en campaña lo convirtió en el vengador, y una genialidad fusionó a sus rivales, en los mismos corruptos de siempre: El PriAN.
Él populista vive del pleito constante contra un enemigo. López Obrador se transformó en ese defensor del pueblo explotado por el poder y su mafia. Ese título no lo ha perdido.
Con esa arrogancia y el poder concentrado, el jueves pasado 11 de enero, en la mañanera, el Presidente se atrevió a asegurar: “Yo creo… que 98 de los 100 compromisos (que hicimos en campaña), ya los hemos cumplido”.
Evidentemente miente. Ni el litro de gasolina está a 10 pesos. Ni el sistema de Salud, es como el de Dinamarca.
Hace una semana una Comisión Independiente de Investigación sobre el Covid en México, determinó que pudieron evitarse 267 mil muertes, con una mejor gestión del gobierno federal. Denuncian: “...fallas de liderazgo y operación, configuraron un escenario devastador”.
Desapareció el Seguro Popular, impuso el INSABI que costó 238 mil millones de pesos. Fracasó y dejó sin seguridad social a 20 millones de mexicanos.
La Deuda Pública aumentó en 2024 a 5.4% del PIB.
El Ejército no sólo no regresó a sus cuarteles, sino ahora es policía, constructor, aduanal, hotelero y guía de turistas.
Entre 2019-2023 la Sedena y la Marina (con opacidad), se gastaron 153 mil millones de pesos más de su presupuesto oficial.
Controla la Fiscalía General de la República, le molestan las instituciones autónomas y no soporta un Poder Judicial que dictamina en contra de sus caprichos. La Refinería no refina, y el Tren Maya se descarrila.
Pero… nada le hace nada.
Su nivel de aprobación al 7 de mayo 2024, medido por Mitofsky, es del 53.6%, pese a la gravísima inseguridad, propiciada por grupos de delincuentes que tienen tomados 331 de los mil 488 municipios (AC Consultores).
Los opositores sueñan con el milagro de Xóchitl, que sigue atrás. Apuestan a que los abstencionistas, los jóvenes y las mujeres, salgan a votar. Históricamente no lo han hecho, ¿por qué tendrían qué hacerlo hoy?
El triunfo de Claudia es inminente. Hoy, la ciudadania está más perdida que las encuestadoras. Lo único que podría cambiar la historia, es que el voto duro de Claudia (20 millones), se guarde hasta llegar a las urnas para traicionarla. No se ve otra.
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