El saludo
Querida “R.”: ¿alguna vez un sentimiento intenso te invadió a causa de algo terrible o espantoso? ¿Algo atroz o monstruoso se robó tu tranquilidad?
El mensaje
En “La Cosa Pública”, y particularmente en la realidad mexicana, nos hemos acostumbrado a convivir con el horror de manera cotidiana.
En su ensayo célebre La danza macabra, Stephen King comparte que una de sus primeras experiencias con el terror ocurrió en una sala de cine, cuando tenía 10 años; en la película que vio esa tarde, invasores del espacio atacaban la Tierra para saquearla y destruirla. En su texto, King relata que justo cuando estaban preparando su ataque contra Washington, la pantalla quedó en negro debido a que alguien apagó el proyector. Lo curioso, precisa, fue que la audiencia no protestó: la posibilidad de que se destruyera su modo de vida fue tan aterradora, que prefirieron callar y salir de la sala.
Ese tipo de horror, este “vals con la muerte” que amenaza nuestras formas de vida y de convivencia, es el que germina en la soledad, en la falta de escapatorias, en las ausencias y en las privaciones; el mismo que se revela cuando asimilamos que el avance criminal es, en realidad, el mayor avance a nuestro alrededor.
El horror que se roba nuestras noches y nuestros días; el que se adueña de calles, carreteras y caminos, aduanas, puertos y territorios. El que emplea “el cobro de piso” y la extorsión para asustarnos, conquistando cada una de nuestras actividades productivas. El que destapan y desentierran cada semana las “madres buscadoras”. El que recluta cada vez a más niños y jóvenes, hundiéndolos en un “grito de espanto y perdición”. El que ostenta la autoría de datos escalofriantes, así como símbolos de brutalidad y descomposición que anidarán en la mente de muchas generaciones de mexicanos. El que crece ante la ausencia del Estado y en contubernio con los grupos de poder. El horror que desde hace 18 años se expande avasallante por gran parte del territorio nacional, cambiando nuestro oxígeno por desesperanza.
Y junto con esta clase de horror a la que hemos estado expuestos durante los últimos años, crece también nuestra percepción de que estamos solos; cambiando indignación por resignación.
Con un gobierno federal rebasado, empeñado en negar y distorsionar la realidad —sin consecuencias—; con una realidad mexicana capaz de normalizar cerca de 200 mil homicidios dolosos en menos de seis años; y con ciudadanos “polarizados” —no así “politizados”— discutiendo si antes estábamos mejor o peor que ahora, lejos de exigir y participar en las soluciones, pareciera que, como Stephen King, sólo nos queda “inventar horrores ficticios para ayudarnos a soportar los reales”.
La despedida
Querida “R”: reconoce el horror en “La Cosa Pública” e indígnate ante él: señálalo, critícalo, exige, participa y no te resignes a perder tu capacidad de asombro en lo cotidiano.
La firma
Tu amigo “El Discursero”
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.