El saludo.

Querida “República”: de un tiempo para acá “La Cosa Pública” está llena de sonidos carentes de armonía, de posicionamientos discordes y discursos disonantes.

Sus principales actores pregonan, sin pudor alguno, ideas e ideales que no se sostienen en la realidad; o, peor aun, que ellos mismos contraponen por medio de su actuar.

El mensaje.

Ante la disonancia exterior, confía en tu voz interior.

Cuando las personas recurran a los “yo siempre” y a los “yo nunca”, sospecha de ello.

Cuando aseguren desde el poder “no robar”, “no mentir” y “no traicionar”, duda de ello.

Cuando acudan a foros globales a manifestarse a favor de la transparencia y la rendición de cuentas, mientras “en casa” se empeñen en concentrar el poder, destruyendo la vida institucional, la vida democrática y los órganos autónomos —eliminando, entre otros, al organismo que garantizó el acceso a la información durante al menos dos décadas y absorbiéndolo desde el poder para asumirse como “juez y parte” en temas de corrupción, transparencia y protección de datos personales; y dejándonos sin mediciones autónomas de pobreza o nivel educativo—, sospecha de ello.

Cuando enarbolen “banderas internacionales” como la paz del mundo y el cuidado del medio ambiente, mientras “en casa” sigan ocultando contubernios con el crimen organizado, muertos, desaparecidos, sobrecostos en obras de infraestructura consideradas “de seguridad nacional”, ecocidios y árboles talados, duda de ello.

Cuando se llenen la boca de “fortalecer al Estado como rector social y económico”, mediante la extinción de organismos constitucionales autónomos y el “blindaje” de la información —y corrupción— del gobierno, echa un vistazo y una buena leída a los capítulos de nuestra propia historia.

Cuando la oposición —que le hace el juego al oficialismo— se “rasgue las vestiduras”, siendo que por años utilizó estos organismos como fichas de negociación, los dinamitó y era parte del problema, sospecha de ellos.

Y cuando finalmente asimilemos que no alzamos suficientemente nuestra voz ante tanta disonancia y atropello, quizá sea demasiado tarde; para nosotros y, sobre todo, para quienes vendrán después de nosotros.

Recuerda con Simone Weil que “cuando una contradicción es imposible de resolver salvo por una mentira, entonces sabemos que se trata de una puerta”.

La despedida.

Querida “R.”: ¡Despierta! Recurre a tu voz interior para reconocer la disonancia entre dichos y hechos, entre política exterior y política interna, entre “el gobierno del pueblo” y el gobierno que concentra el poder por el poder. Ante este nivel de disonancia, no habrá pensiones que alcancen...

La firma.

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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