El saludo.

Querida “República”: si algo carcome y desgasta la confianza en las personas y en las instituciones es construir una relación basada en la duda; interrogantes que crecen, motivos que se cuestionan, indeterminaciones que conllevan ansiedad, dudas que “La Cosa Pública” se empeña en no responder.

El mensaje.

La gran duda que ha sacudido las altas esferas de nuestra clase política estas últimas semanas, dejándola prácticamente al borde del tan comentado “colapso”, es: ¿qué sabe Ismael Zambada?; y, más precisamente, ¿qué está dispuesto a declarar?

El tono de su segunda carta, advirtiendo un “colapso” en la relación bilateral en caso de no ser escuchada su solicitud de repatriación, fue amenazante y generó más dudas.

¿Procederá la petición justo ahora que nuestro “vecino del norte” acaba de clasificar a cinco cárteles mexicanos —el de Sinaloa incluido— como organizaciones terroristas?; de no ser repatriado, ¿el criminal se declarará culpable para evitar la pena de muerte y formar parte del programa de testigos protegidos?; ¿qué pedirá la administración trumpista “en lo oscurito” y qué perderemos todos a cambio de acceder a la insistente solicitud del gobierno de México? —al menos cuatro veces, según Gertz Manero—; ¿se ventilarán los secretos más oscuros de la narcopolítica en nuestro país?; ¿una gran mayoría de mexicanos seguirá creyendo que los que ahora nos gobiernan son diferentes?

En la víspera, nos seguirá distrayendo el ruido generado entre “adversarios políticos”; quienes afilian, contratan como asesores, reconocen públicamente y se retratan a “diestra y siniestra” con los abogados del crimen organizado —y con muchos otros impresentables—, para luego negarlo sin pudor alguno.

Con sus señalamientos y deslindes interminables, lejos de enfocarse en rescatar al país, se esmeran en que el resto de nosotros respondamos una duda surgente, la misma desde el sexenio anterior: ¿quién es o quién fue más criminal que el otro? Como si eso cambiara la realidad de millones de familias mexicanas que padecen la violencia insoportable, sin ser escuchadas.

Que no te quepa duda: a alguien le conviene —y mucho— dejarnos con la duda de lo que sabe este criminal “de más de cinco décadas”. Algunos harán hasta lo imposible para que las y los mexicanos no sepamos la verdad; como ya lo hicieron antes, como lo seguirán haciendo.

La despedida.

Querida “R”: ante tu duda, sólo queda el silencio... es ahí donde encontrarás tus propias respuestas.

La firma.

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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