El saludo.
Querida “República”: ¿has sentido que de un momento a otro podrías perder tu estabilidad y tu equilibrio?, ¿que las certezas adquiridas con el paso del tiempo podrían esfumarse súbitamente?, ¿te has percatado de la fragilidad de “La Cosa Pública”?
El mensaje.
Las fisuras que hoy vemos, revelan líneas delgadas, susceptibles de estallar mañana.
La demagogia nos hace frágiles.
Demagogia es anunciar una “supremacía constitucional”, mientras le quitas al Poder Judicial la facultad de revisar reforma constitucional alguna.
Es sentenciar que la elección de jueces y magistrados otorga poder al pueblo, mientras garantizas las condiciones de un voto desinformado —con miles de candidatos, para cientos de puestos—; muy pocos votarán y quienes lo hagan desconocerán por quién lo hicieron.
Es asumir que todo lo que hace el gobernante elegido en las urnas cuenta con el respaldo popular, anulando todo derecho a la disertación ciudadana en ideas, expresiones y opiniones sobre el ejercicio y la toma de decisiones de su mandato.
Es vestir “con resistencia” la camiseta “rosa” de una oposición sistemáticamente cerrada a la autocrítica, temerosa de enarbolar sus propias banderas ideológicas, entrampada en su ausencia de ideas, de perfiles ciudadanos y vida democrática.
Demagogia es opinar —sin conocimiento de fondo— y atraer sin pudor los temas de “La Cosa Pública” a las propias agendas, por delicados que estos sean. Como el caso de la menor originaria de Huimilpan, Querétaro, de su bebé (QEPD) y del padre de este último; todos, involucrados en una tragedia donde hasta ahora sólo apreciamos las fisuras provocadas por la falta de verdad, la desatención a las infancias, la revictimización, la “comentocracia” y la “raja política”.
Sí, querida “R”, el miedo a la verdad nos hace frágiles.
Son fisuras de risa —aquí y en Harvard— y de espanto.
Fisuras alentadas por la ausencia de mesura, contemplación, deliberación, asertividad, consistencia y trascendencia.
¿Quién crees que regirá los destinos de “La Cosa Pública” en lo sucesivo?: ¿la Constitución y la ley?, ¿la voluntad de “la mayoría del momento”?, ¿las utopías? —el poder, el dinero, el manejo de la percepción—, ¿el caos y la improvisación?, ¿o la frágil mezcla de todo ello?
Olvidamos que la verdad y la justicia, al igual que el resto de los valores, son una elección cotidiana; son bienes que elegimos vivir cada día para ser más fuertes o, en el mejor de los casos, menos frágiles.
Bien dijo el poeta John Keats: “la vida tan sólo es un día, una frágil gota de rocío en su peligroso camino desde la cima de un árbol”.
La despedida.
Querida “R.”: toma consciencia de tu fragilidad para construir un mejor presente, para cerrar las fisuras de tu vida y para contribuir, antes de que sea demasiado tarde, a sanar “La Cosa Pública”.
La firma.
Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.