El saludo

Querida “R.”: algo pasa con “La Cosa Pública” cuando el engaño se vuelve parte de lo cotidiano; cuando la apariencia de verdad, se superpone a los hechos; cuando la farsa y la simulación son los “platillos oficiales” que todos los días alimentan el ánimo de las familias. Lo que sucede entonces, con todas y cada una de sus letras, es una terrible impostura.

El mensaje

Desde nuestra introspección, asimilamos que la verdad y la democracia conforman un binomio indispensable para la vida y el devenir de cualquier país; pero afuera está el mundo, y estamos nosotros, viendo cómo la verdad y la democracia se bifurcan.

Hoy, tras el ejercicio cívico histórico del pasado 28 de julio, el pueblo venezolano implora la protección de su propia democracia; suplicando que ésta no anteponga -como lo ha hecho y lo está haciendo- su protección a un gobierno tirano.

Somos ruidosos y silencios testigos, pero testigos lejanos al fin, de la opacidad de un sistema que se rehúsa a dar a conocer todas las actas de votación; de un Consejo Nacional Electoral que no brinda garantías a sus sectores; de un oficialismo que persigue ferozmente a sus opositores; que es incapaz de despejar las dudas sobre los escrutinios; que se niega sistemáticamente a ser auditado por el mundo.

Pero antes que otra cosa, somos testigos de una situación venezolana marcada por la ausencia de verdad; cuya complejidad, a fuer de no entenderla, revela un deterioro democrático profundo cuyo desenlace son la dictadura y la violación a los Derechos Humanos.

El gobierno mexicano, que una y otra vez se dice respetuoso de la voluntad popular, “calla como momia” ante la falta de transparencia en los resultados y, pero aún, ante la represión de que es objeto el pueblo venezolano.

El mismo gobierno mexicano empeñado en destruir los contrapesos y que, estos últimos días, quedó evidenciado por su incapacidad y sus mentiras.

El Presidente de México, que se entera de todo lo que sucede en el país, como él mismo lo ha expresado, sigue sin tener la menor idea de cómo el capo más importante del narcotráfico durante los últimos cincuenta años -el criminal más grande del país- terminó en una avioneta en el pequeño aeropuerto de Santa Teresa, donde fue detenido y procesado.

Además de deslindarse de cualquier participación en el operativo, la única información -propia- que su gobierno ha proporcionado hasta ahora fue una mentira: en voz de su Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, mintieron sobre el avión y mintieron sobre la identidad del piloto que llevó a los criminales a Texas. Y setenta y dos hora después de haber mentido, lejos de reconocer su error -y su mentira- se limitaron a decir que estaban esperando más información por parte de la Fiscalía y de las autoridades de Estados Unidos.

¿Quién responde por los hechos ante la ausencia de las autoridades?, ¿quién es quién en las mentiras?, ¿y quiénes somos nosotros en este espectáculo atroz?


La despedida

Querida “R.”: la impostura se viste de diferentes maneras, no siempre luce tan descarada. Esmérate en reconocer el engaño; solo los ingenuos y los cínicos no lo hacen.


La firma

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.


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