El saludo.
Querida “República”: lejos de menesteres religiosos, la ofrenda remite a la dádiva o al servicio que se realiza en beneficio de alguna persona, causa o institución.
Te lo comento, porque estos últimos días hemos sido testigos de diversos “ofrecimientos” a los que debes prestar especial atención; “ofrendas”, manifiestas y veladas, como respuesta a la amenaza arancelaria que sacude a “La Cosa Pública” en tiempos “trumpianos”.
El mensaje.
Lo que está en juego, es una economía de miles de millones de dólares que se vería afectada como resultado de una decisión unilateral —afectando millones de vidas—.
Y lo que alimenta este juego perverso es la búsqueda de ventajas políticas y comerciales, las culpas y las ofrendas de un “populismo sin límites” en ambos lados de la frontera.
Los encabezados de los últimos días, que retratan quizá el peor momento de la relación bilateral en tiempos modernos, sonaron más o menos así:
“Entran en vigor los aranceles”; “responderemos el domingo”; “hablaremos por teléfono”; “permanezcamos tranquilos”; “es tiempo de unidad”; “la llamada fue un éxito”; “habemus pausa”, “Trump sí nos respeta”; “se suspenden los aranceles”; “la asamblea en el Zócalo ahora será un festival con grupos musicales incluidos”.
Del lado mexicano la ofrenda ha incluido la entrega de 29 capos mexicanos de la droga, al margen de la ley; el freno en el flujo migratorio; más decomisos y detenciones que en todo el sexenio pasado; así como el permiso a la CIA de sobrevolar el territorio nacional.
Del lado estadounidense la ofrenda se limita a darnos una nueva prórroga; un mes más de espera, una nueva cuenta regresiva para seguir jugando el juego de Trump y “entregarles” más resultados.
Lo que la realidad nos ofrece es que apenas van dos meses de Trump en la presidencia y que le restan 46; que la presión de mercados y grupos de poder en Estados Unidos —sumada a la firme respuesta canadiense— lo hizo retroceder; que más allá de la serenidad y el temple de Sheinbaum, nuestra debilidad en la mesa de negociación seguirá siendo directamente proporcional a la debilidad del Estado mexicano —con una legalidad, una democracia y un Estado de Derecho profundamente debilitados—; que, de ambos lados de la frontera, seguirá la borrachera del populismo: sin matices, sin autocrítica, sin contrapesos, con mucha raja política, con mucho nacionalismo y con muchos festivales.
La despedida.
Querida “R.”: ofrécele a México lo mejor de ti; tu unidad, tu inteligencia, tu congruencia y tu sensatez. Es la única vía para sanar “La Cosa Pública”.
La firma.
Tu amigo: “El Discursero”.
P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.