Querida “República”: percepción es poder; es acomodo y manejo de la realidad; es dominio de escenarios; es asalto a la razón; es el arma más potente de todas; es el hilo de los “tejes y manejes” de “La Cosa Pública”.

El mensaje

La política, “fiel reflejo de las personas”, ofrece más máscaras que rostros.

Desde muy pequeños, somos engañados por la apariencia de verdad; por padres, maestros, autoridades e instituciones que se legitiman por su propia voz. Nuestro despertar ciudadano también llega acompañado de un “golpe de realidad": somos gobernados desde la percepción moldeada por imágenes, símbolos y narrativas alejadas de la realidad.

Se cumplen seis años de un sexenio que hoy domina la percepción de una gran mayoría de mexicanos. Uno conducido desde el atril por el “olfato político” de un hombre empeñado en legitimar a un “pueblo sabio” para que éste, a su vez, lo legitime a él como su única fuente de verdad y sabiduría —“al diablo con sus instituciones”—.

Mucho antes de rendir su sexto informe de gobierno, celebrado hoy en el Zócalo capitalino, el Presidente abrió su baraja de percepciones y su carta ganadora: “vamos muy bien” (porque) “la gente está muy contenta”; esa gente que hoy es sabia, porque lo aprueba. Y remata como marca el librito: “pinta bien el porvenir”.

Bien por darle visibilidad a los más desfavorecidos; por llevar “la política” a la conversación de más familias mexicanas; por implementar un mayor esfuerzo recaudatorio; por incrementar los ingresos personales de millones mediante la aplicación de programas sociales, reduciendo la pobreza; por lograr un aumento histórico del salario mínimo.

Pero: ¿y aquella lejana promesa de aumentar el PIB a razón de 4% anual?, ¿la de pacificar al país?, ¿la de tener un sistema de salud mejor que el de Dinamarca?, ¿la de mejorar la calidad educativa?, ¿la de combatir la corrupción y la impunidad?, ¿la de no incrementar la deuda pública?, ¿la de cumplir y hacer cumplir la Constitución?, ¿la de respetar la división de Poderes?, ¿la de respetar nuestra vida democrática?, ¿la de gobernar para todos los mexicanos?

La fórmula para responder estos y otros cuestionamientos es muy simple: lo que no se ajusta a “su realidad”, es medido en razón de la felicidad del pueblo. La consolidación es “patriotera”; es “cuatrotera”; y todo este reduccionismo, disfrazado de austeridad y perfumado con manipulación, se autodenomina “nuevo humanismo mexicano”.

Tras “retirarse” a su rancho le vendría bien a AMLO, y con él a todos nosotros, leer a Milan Kundera: “nunca sabremos por qué irritamos a la gente, qué es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen en nuestro mayor misterio”.

La despedida

Querida “R.”: ¿qué México percibes tras leer esta carta? Reflexiónalo y recuerda con Maquiavelo que “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos”.

La firma

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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