El saludo.

Querida “República”: tras varias cartas recibidas, no pareces despertar en lo absoluto. He de confesarte que me siento francamente desilusionado de ti: te veo apaciguada, dormida e igual de manipulada que siempre; a estas alturas dudo de tu capacidad, de tu amor propio y de tus intenciones. Comienzo a pensar que hay muchas otras mejores que tú.

Por cierto: ¿ya te habían provocado antes? Provocar a alguien es alterar sus emociones, buscando ponerlo en situación de desventaja con un fin.

El mensaje.

“La Cosa Pública” está infestada de provocación: de ruido, incitación, ofensa, hostigamiento, calumnia e insulto; de bravuconería que alborota los ánimos, los mueve y los desborda.

Te hablo del tipo de provocación que históricamente han utilizado algunos actores políticos para alcanzar notoriedad; para “ser vistos” y escuchados, captar el interés de medios de comunicación y redes sociales.

La misma que utilizan los candidatos para igualar una contienda electoral y subir puntos en la intención de voto. La provocación que, llegados al gobierno, emplean para atraer la atención y desviarla, para restregar su derrota a sus adversarios, anular a sus críticos, ocultar sus yerros, imponer sus narrativas y marcar la agenda de la discusión pública.

¿Te vienen a la mente actos de provocación? Quizá la célebre “Roqueseñal” del entonces líder de la bancada priista, Roque Villanueva; el “comes y te vas” de Vicente Fox a Fidel Castro, que derivó en una crisis bilateral con Cuba; el desafuero del hoy Presidente de México, tras la acusación del propio Fox al gobierno del Distrito Federal de violar una orden judicial; la llamada “guerra frontal contra el narcotráfico” lanzada por el gobierno de Felipe Calderón, que resultó en una estrategia fallida; la indignación de los estudiantes cuando Peña Nieto intentó justificar su actuación en la represión de Atenco; la provocación de AMLO esparcida “mañanera tras mañanera”, al calificar, descalificar, calumniar y dividirnos entre “chairos” y “fifís”, entre liberales y conservadores, entre buenos y malos mexicanos; y más recientemente, su afirmación de que nuestro sistema de salud pública “ya es el más eficaz en el mundo”, sin recato por la verdad.

A estas y otras provocaciones, se suma la entrega del Sexto Informe de Gobierno en San Lázaro; convertido por la secretaria de gobernación, Luisa María Alcalde, en un acto de propaganda partidista.

¿Cuál es el costo de incurrir en estas provocaciones? Polarizar a México, borrando límites legales y éticos, para imponer una sola visión de país. Y si antes no nos polarizaban tanto, quizá fue porque no lo necesitaban.

La despedida.

Querida “R”: provoca que las cosas sucedan con inteligencia y enójate sólo lo necesario. Recuerda con Malcolm X que “cuando las personas están tristes no hacen nada, sólo lloran sobre su condición; pero cuando están enfadadas, provocan el cambio”.

La firma.

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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