El saludo.

Querida “República”: ¿alguna vez has sentido que surge desde tu interior la necesidad de darte un respiro?, ¿de tomarte un descanso de tanto ruido innecesario?, ¿de cesar —aunque sea temporalmente— las hostilidades?

El mensaje.

Dentro de la lista de buenos deseos que recibe “La Cosa Pública” cada fin de año por parte de actores políticos, influencers y ciudadanos activos en redes sociales —ávidos de escucharse a sí mismos— suelen enlistarse la paz, la armonía, la alegría, la unidad, la austeridad y el perdón; pero pocos le desean “descanso” —incapaces de abonar a él—.

Me refiero a ese descanso necesario que individuos y colectividades requerimos para aliviarnos por algún tiempo; hablo de ser capaces de darnos una tregua, pausar el ritmo acelerado de nuestras vidas, interacciones y discusiones; de reencontrarnos en el silencio y ser capaces de interrumpir nuestras ansias infinitas de bienes finitos —poder, dinero y percepción incluidos—.

Lo cierto es que el ruido nos roba las páginas de reflexión sobre la vida: “declaremos terroristas a los cárteles mexicanos” (Trump), “defendamos la soberanía nacional…” “México es parte de los gobiernos progresistas como Nicaragua, Cuba y Venezuela” (Sheinbaum), “estamos mejor o peor que antes” (las y los mexicanos fugándonos al pasado, sin asumir el presente), y un largo etcétera.

En medio de tanto ánimo confrontativo, de tantos distractores y de tanto ruido innecesario, olvidamos que todos somos seres políticos; que quienes nos representan se deben a nosotros; y que si son tan malos y corruptos como creemos, quizá se deba —en alguna medida— a que también nosotros quedamos mucho a deber en nuestro involucramiento, en nuestra exigencia y responsabilidad ciudadana.

Olvidamos, sobre todo, abrazar una tregua necesaria entre mexicanos; darle un espacio al silencio para darle su lugar a la persona —independientemente de sus preferencias políticas—; asumirnos como seres en continuo aprendizaje, aun capaces de lograr nuestra mejor versión individual desde la intención, el gesto, la voz, la palabra y la acción; aun capaces de incidir en “las pequeñas cosas” de las que luego surgen los grandes acontecimientos, los verdaderos cambios y las reales transformaciones; aun dispuestos a dar la batalla, sin ingenuidad y con genuino amor por México.

La despedida.

Querida “R”: gracias por leer mis cartas a lo largo del año que termina. Deseo que estos días seas capaz de “pausar” todo lo necesario para ir a tu interior; mientras lo haces, descansa en la certeza de saber que cuentas con alguien y de que estás para alguien también.

La firma.

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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