El saludo.

Querida “República”: tu unidad nuevamente ha sido puesta a prueba.

Si bien naciste unida, el creciente afán de dividirte, por parte de unos y otros, altera tu esencia; te lastima, te erosiona, poco a poco te destruye.

El mensaje.

“Las organizaciones mexicanas de narcotraficantes mantienen una alianza intolerable con el Gobierno de México”. Con esta frase la Casa Blanca, y el presidente Trump, justificaron la imposición de aranceles en contra de nuestro país.

La frase, lapidaria por donde se vea, constituye una denuncia histórica que no sólo marcará la pauta de duras negociaciones —acaso imposiciones— en los meses por venir, sino que reconfigurará la relación bilateral.

De entonces para acá, la pretendida imposición de aranceles unilaterales —la absurda guerra comercial de Trump—, generó reacciones y escenarios diversos. Desde amagos —igualmente absurdos— de aranceles “de aquí para allá”, planes B y C, pasando a llamados a “cerrar filas” con la presidenta Sheinbaum o defender la soberanía del país, hasta la eufórica entonación del Himno Nacional en el Congreso de la Unión.

Pero independientemente del recurso narrativo de la unidad nacional, es la realidad la que se impone:

Primero: cerca del 40% del PIB de México son exportaciones y, de estas, el 80% se dirigen a Estados Unidos; así la medida de nuestra dependencia.

Segundo: la carga de la prueba —ante la acusación vertida— sigue del lado norteamericano y seguirá vigente, por más que Sheinbaum pretenda “matizarla”. Con indicios suficientes para respaldar tal afirmación —liberaciones, exoneraciones, “saludos casuales”, visitas frecuentes a Badiraguato, contubernios documentados, gobernadores señalados—, pero muy probablemente también con expedientes e información incriminatoria que utilizarán como sus mejores fichas de negociación para “acordar” nuevas imposiciones.

Tercero: no habrá tregua para la Corte, como no hubo invitación para Norma Piña al 108 Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917; la malograda reforma judicial, el asalto al Poder Judicial y el debilitamiento del Estado de Derecho no se detendrán, profundizando aun más la crisis con nuestro vecino del norte.

Cuarto: desde el oficialismo la unidad se seguirá limitando al discurso, quizá a ese imaginario colectivo llamado “pueblo sabio”; en el mejor de los casos, seguirá siendo una quimera.

La despedida.

Querida “R.”: la próxima vez que te convoquen a sumarte a la unidad nacional, recuerda que nuestro verdadero poder colectivo no se ubica en el discurso, en las treguas, en las reformas, o en las preferencias políticas; sino en la congruencia individual, en el respeto a la pluralidad, a las ideas del otro y la inclusión.

La firma.

Tu amigo: “El Discursero”.

P.D. En espera de una próxima carta, deshazte del sobre amarillo.

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