Los constantes y desafortunados comentarios del expresidente Vicente Fox relativos al desprecio a los sectores sociales más pobres y la violencia contra las mujeres de este país, exhibe, más allá de la desfachatez, una forma de “entender” el entorno de acuerdo a intereses bien definidos.
En la década de los 70, la televisión norteamericana realizó una entrevista a la filósofa alemana Hannah Arendt, donde sostuvo lo siguiente: “Es condición natural pertenecer a un grupo, pero pertenecer a un grupo organizado es cosa diferente. Toda organización tiene una relación con el mundo. Las personas se organizan porque tienen intereses (del latín inter-est que significa ‘estar entre’)”. En este sentido, pertenecer a un grupo a secas se cohesiona sobre los valores del amor, la amistad, etc. En contraparte, corresponder a un grupo organizado es guiarse por intereses y, entonces, el hombre ya se guía por la idea de “poder” y la búsqueda de este. Así el pensamiento de Arendt.
En esa dirección, abunda la profesora Arendt que “aventurarse en el dominio público significa exponerse a la luz pública y lo hace como persona... (desde luego) desde una autoconciencia reflexiva; esto es, en cada acción la persona se expresa a sí misma como no ocurre en otra actividad humana. Y, (por lo tanto) el ‘hablar’ es una forma de acción. Este es el primer riesgo, el otro es: cuando iniciamos algo, introducimos nuestro hilo en la malla de las relaciones, lo que resultará nunca lo sabemos...”.
Debido a lo antes citado, más allá del indicador de un posible trastorno del expresidente vertidos en el cúmulo de sus dichos públicos, en realidad refleja una posición de clase, a saber: el de la derecha política y económica mexicana. Fox es la punta del iceberg de una posición ideológica cuyo denominador común es la búsqueda permanente del poder para salvaguardar intereses propios.
De acuerdo a nuestra democracia es válido y legítimo la acción política de cualquier orientación, sin embargo, lo adverso a esta clase agrupada en el denominado PRIAN (Partido Revolucionario Institucional y Partido Acción Nacional) ya no les es útil enmascararse en una identidad ya perdida y desgastada por los años. El primero, ya no representa la “ideología de la revolución mexicana” y, el segundo, perdió la ideología de la “acción nacional”. En el extravío, hoy día, se inclina por la desnacionalización, lo cual lo despersonalizó, lo descarriló y lo corrompió. Ambos partidos se encuentran en estado terminal.
Tanto el PRI como el PAN liquidaron su autenticidad. No poseen una nueva forma de pensamiento altamente consistente, no hay intelectuales orgánicos, su discurso se agotó y solo emiten juicios de valor. No existe un cerebro que le dé dirección política a la oposición debido a la derrota de su pensamiento alguna vez legítimo. Vicente Fox contribuye, sin duda, a la fractura del PRIAN y simboliza, en la coyuntura, el estado de cosas de una indigencia intelectual de la oposición próxima a extinguirse en años venideros en las pocas regiones del país donde aún gobiernan. En rigor, en estos momentos estamos frente a una oposición inefable.