La política en occidente nació para cristalizar un concepto y espacio territorial dedicado a mejorar día a día la convivencia entre individuos a partir del diálogo y el debate. Este proyecto arquitectónico aspiró al diseño y obra de una comunidad de hombres libres y en estado de igualdad donde habrían de exponer con pasión sus ideas sobre el mundo circundante. Las ideas, en el seno de la comunidad política, habrían de confrontarse unas con otras dando paso a la iluminación de nuevas ideas para los bosquejos apropiados del Estado y la sociedad.
La política es un medio de comunicación y un instrumento útil para reducir la complejidad de los riesgos a la seguridad del ser humano y contener la injusticia social. Por lo tanto, quien debía conducir los destinos de la comunidad política debe ser un hombre bueno decía Aristóteles, es decir, alguien honesto e íntegro.
Lo anterior indica el estado ideal de la política. Por este principio e ideal muchos individuos han luchado a lo largo de la historia de la humanidad; sin embargo, es a partir del siglo XVI, en los albores del capitalismo histórico cuando la política adquiere otras dimensiones desde el crisol de la razón, la ciencia y el arte. Al fragor de este contexto histórico inicia un largo camino de más de 500 años construyendo instituciones para darle sentido a la política y al fenómeno del poder. Grandes pensadores hicieron su aporte y su apuesta (Maquiavelo, Hobbes, Moro, Hegel, Kant, Marx entre muchos otros hasta la actualidad).
Por otro lado, si la política es el ámbito del diálogo, la tolerancia y el respeto al otro para arribar a acuerdos, pactos o contratos, también es el escenario ideal para la lucha por la conquista de una organización política a través del ejercicio del poder. En este sentido, la lucha política es una lucha por el poder a través de instituciones legítimamente construidas. Max Weber dijo alguna vez: “Quien hace política aspira al poder” y lo hace para fines idealistas o egoístas. O, en su defecto, busca el poder por el poder.
Si nos fue legado un arsenal de ideas políticas milenarias, entonces, ¿por qué el individuo dedicado a la actividad de la política no se comporta como “animal político” hoy día? Desafortunadamente, la política está convertida en un volcán en erupción que arroja borbotones de corrupción, demagogia, mentiras, engaños, las trampas y marrullerías de lo legaloide, el secuestro de ideas ajenas hasta escalar a la acción de desbarrancar al adversario antes de concluir la justa electoral.
La justicia, según la tradición de las ideas políticas, está atada a valores humanos universales mientras lo legal, hoy día, está en camisa de fuerza sujeto a acciones tramposas bajo la idea rígida y tendenciosa de la “ley es la ley”. Por esta razón, la “Justicia” ha sido el corazón del estado de derecho. A contrapelo, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos está convertida en una maquinaria que ejerce el poder por el poder en contra de opositores incómodos. Sin duda, el lawfare le fue aplicado a Santiago Nieto… pero el poder no solo se aplica en un solo sentido, vendrá seguramente una contrarrespuesta. Así es la lógica del poder político.