De acuerdo con el proyecto neoliberal del expresidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) la demolición de los antiguos partidos políticos mexicanos a saber: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) era una labor sustancial de cara a la ansiada misión de edificar un nuevo régimen político. Desde luego, Salinas no cristalizó su cometido ya que al intentar quebrar al PRI se tradujo en crímenes de Estado y una rebelión al interior encabezada por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, dando a luz un movimiento social y político denominado Frente Democrático Nacional (FDN) para posteriormente conformar el Partido de la Revolución Democrática (PRD) hoy día ya extinto.
La tarea de Salinas de Gortari era crear el Partido de la Solidaridad (PS) destruyendo y desprestigiando al PRI y al PAN, ambos un estorbo a su proyecto y, obviamente, de acuerdo a los cánones de la globalización neoliberal vigente en ese entonces. El tricolor quedó, así, con heridas letales hasta arribar a nuestros días con visos de extinción. Por el otro lado, Salinas encontró como única opción generar acuerdos y alianzas con el blanquiazul. Esta “alianza maldita” fastidió al PAN de por vida, se salinizó y se sometió a las normas del mercado político echando por la borda el prestigio de ser el eterno opositor al régimen priista. Acción Nacional, en suma, vendió su alma al diablo.
El PAN perdió su identidad y su personalidad confeccionadas de acuerdo a principios e ideales políticos e ideológicos de la clase empresarial. La élite panista con golpes de timón se deterioró hasta conducirlo actualmente a un escenario de riesgo: la desaparición. En este sentido, contradictoriamente Acción Nacional levantó su popularidad debido a la crisis interna del PRI, atrayendo la atención de las nuevas generaciones. Sin embargo, los nuevos militantes ya no respondían a los viejos ideales sino a los valores del mercado, es decir vender la imagen de sus líderes en el mercado político.
A partir de los años 90, el panismo aglutinó a un sinfín de simpatizantes, primordialmente jóvenes, muchos de estos ansiosos de recalar en los atractivos espacios de poder olvidándose de su filosofía política: el bien común.
Al igual que el PRI, el PAN vendió su alma al diablo y ya paga las consecuencias: el desprestigio se expresa en el alejamiento no solo de sus simpatizantes sino también de sus militantes. El nuevo dirigente del PAN nacional, Jorge Romero, es el arquetipo de la deshonra. Este hecho ha de poner en alerta al panismo queretano ya que el grupo de poder al frente del PAN nacional tiene tentáculos de interés económico y político en el estado de Querétaro y cruza por el Senado de la república. A contrapelo, existe una fracción del panismo con identidad local que no coincide con el extravío del blanquiazul nacional por lo que se vislumbran confrontaciones en el seno del panismo queretano.
El desdibujamiento del PAN debido a su deterioro moral, la ambición y la codicia lo encaminan a su deceso. Tal vez sería importante pensar en un nuevo partido doméstico capaz de responder a las demandas de una renovada sociedad queretana.