En la coyuntura de la transición mexicana de cara a la construcción de un nuevo régimen político, la contribución de la ciencia política es insoslayable. Es decir, recurrir a esta ventana científica implica el esfuerzo de acercarse a la “verdad efectiva”. En consecuencia, la clase política tendría la responsabilidad y el afán de conquistar la verdad efectiva remontando el pensamiento de sentido común orientándolo hacia un pensamiento racional y objetivo.
Hannah Arendt sellaba ya las diferencias entre el conocer y el pensar. El conocer implica acercarse a las ideas y teorías con la posibilidad de resolver cuestiones técnicas de la vida cotidiana. En contraparte, el pensar indica empatía, diálogo interior e intentar resolver conflictos morales, todo ello en su conjunto tonifica la conciencia.
Una disculpa distinguido lector por el exceso de los párrafos anteriores; pero ese marco de reflexión es necesario para exhortar a la clase política a escalar mediante el pensamiento indagatorio de la verdad efectiva a fin de construir un México mejor y más digno.
En los debates, en el Congreso de la Unión, por la aprobación de la nueva ley que reforma al Poder Judicial, los legisladores en uso de la voz defendían su posición ideológica a rajatabla y sin concesiones. En un debate, si le podemos llamar así, duro y cerrado, a fuego cruzado, los legisladores de Morena hicieron valer su poder. En el PAN, por su parte, el voto diferencial del senador Miguel Ángel Yunes Márquez aceleró el proceso de crisis del blanquizaul. En un primer episodio de la sesión, los senadores Marko Cortés y Miguel Ángel Yunes Linares, senador interino, por momentos se trabaron en un intercambio de insultos de alta tensión, lastimándose uno al otro sin ninguna reserva. Este capítulo concluyó con la expulsión de los Yunes y la herida de alto impacto en el cuerpo de Acción Nacional.
A través del crisol de la veritá effettuale, el presidente del PAN y senador a la vez, Marko Cortés, en actitud dictatorial, nubló el papel de la coordinadora de la fracción de los senadores del blanquiazul, Guadalupe Murguía, quién debiera encarar a los Yunes y no Cortés. Otro episodio fue cuando le indicó a la senadora Lilly Téllez confrontar, de forma desmedida y sin limitación ética alguna, a la bancada de Morena. Se impuso, así, el talante teatral. La figura de Marko Cortés no cumple con los requisitos para contribuir no sólo a la nueva ingeniería del Poder Judicial, sino de todo el régimen político. Cortés “conoce” pero no piensa. En seis años, de manera permanente y continua fue derrotado por el obradorismo.
El dilema del PAN estriba en si piensa en la extinción o en su defecto refundarse, le urge el rejuvenecimiento de las élites y la construcción de nuevos cuadros. Sin duda, a México le beneficia una oposición pensante por los cambios que se avecinan en el país y en el mundo. Por lo pronto, la devaluación de los valores panistas está a la vista. El expresidente Vicente Fox lo dijo muy claro: “El barco se hundió”.