Dentro del cúmulo de carpetas ejecutivas firmadas por el recién reestrenado, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump, ha estigmatizado al crimen organizado mexicano como “terroristas”. Este hecho permitirá al país vecino realizar incursiones militares y paramilitares clandestinas en el afán de perseguir y extinguir a los delincuentes dedicados a un sinfín de actividades extralegales entre estas el tráfico de fentanilo, el cual genera, según Trump, 300 mil muertes de ciudadanos norteamericanos al año.

Desde luego, es deleznable la complejidad de la urdimbre del fentanilo. Mucha gente se enriquece alrededor de este fenómeno y lo más sencillo es culpar a un alter soslayando la autocrítica y responsabilidad propias. Veamos, el crimen organizado se dedica a alrededor de una decena de actividades delictivas, su objetivo es la ganancia económica y no el ejercicio del terror. Si bien recurren a la violencia es por mantener su patrón de acumulación de capital frente a otras competencias criminales siempre en disputa por territorios atractivos para el mercado de la actividad ilícita.

En rigor, el terrorismo se conforma de organizaciones políticas y/o religiosas las cuales se plantean derribar un sistema político para implantar el suyo propio, en base al recurso de la violencia para infundir miedo y pánico entre los ciudadanos y, asimismo, confundir a la clase política en el poder en cuestión. Usualmente, para ese efecto, la violencia alcanza a los habitantes de un país.

Si bien es cierto que, las organizaciones criminales mexicanas se han armado en diversas regiones de nuestro país y desafiado a la autoridad política, ha sido con el objeto de corromperla, en consecuencia, hasta hoy día, no se han planteado la toma del poder por la vía armada ya sea en México o en los Estados Unidos. Por lo tanto, no es posible, en esencia, calificarlos de terroristas. Entonces pues, el gobierno norteamericano, nuevamente, intenta expandir su poder vía el espíritu imperialista aunque, a favor de México, las condiciones materiales no están tan a favor del país vecino, es una sociedad dañada.

Sin embargo, el Estado norteamericano aún cuenta con el poder militar más importante del mundo. Si desean la barbarie, la ejercerán…, a este respecto es importante recordar el operativo “rápido y furioso” entre los años 2009 y 2010, pactado por el gobierno de los Estados Unidos y el gobierno mexicano, para hacer llegar 2 mil armas de alto poder a los criminales a fin de facilitar su aprehensión y liquidación. Tal estrategia fue un rotundo fracaso. El crimen organizado fue armado por ambos países, y, en la coyuntura geopolítica y económica actual, Trump decide, so pretexto de la seguridad nacional, perseguir migrantes, traficantes de drogas, penalizar la economía y el despojo territorial de México. No es de extrañarse, siempre ha sido así la historia…

En la refeudalización de la élite norteamericana destacan dos personajes, Elon Musk y Mark Zuckenberg, dueños de las plataformas digitales más importantes del globo terráqueo. Contribuyeron al gane de Donald Trump y abrieron el sendero hacia la sociedad digital y al efecto de nuevas formas de dominación. Es de tiempo de reflexión… en serio.

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