Pasadas las elecciones del 2 de junio, salí a la calle con el único objeto de observar a los ciudadanos en su cotidianidad. En el bullicio citadino del ir y venir, del caminar de hombres y mujeres, fijé la vista en aquellos que podrían haber votado. Mi sorpresa estaba de por medio en el mirar a los ciudadanos votantes y reflexionaba: ¿Cómo es posible que esos seres de diversas clases y estratos sociales hayan acudido de manera masiva a votar por los diversos candidatos?
Esa pregunta se tradujo en admiración al pueblo votante, es decir, a la gente humilde, así como clasemedieros bajos, medios y altos. En consecuencia, la fascinación me hacía pensar en el nivel de politización alcanzado por el pueblo mexicano hoy día. Sin embargo, y sin desdeñar ningún movimiento social progresista en la historia del país, el abrir las compuertas de la conciencia política ciudadana inicia en aquel ciclo de onda larga del movimiento estudiantil de 1968. Costó muchas vidas juveniles y en el devenir, también, los diversos movimientos insurgentes han aportado su esfuerzo político a partir de enarbolar ideales y principios contra las injusticias e inequidad sociales.
En lo sustancial, podrá satanizarse el pueblo mexicano de ignorante y estigmatizarlo de forma clasista y racista, pero después de todo, dio una gran muestra de civilidad política. Ahora bien, desde luego falta por vencer el fenómeno del abstencionismo. Los votantes no solo resistieron lo anterior, soportaron los duros embates de una derecha violenta, agresiva, rabiosa y mentirosa. Una derecha sin identidad, sin ideas, corrupta, cínica y dispuesta a ganar de mala manera.
Los ciudadanos conscientes pararon en seco a esa derecha con sed de poder y dinero. Lo hicieron en las urnas. Los votantes derribaron campañas sucias orquestadas contra sus opositores, no creyeron en las mentiras sin límites, a final de cuentas esa derecha quedó en ridículo. Vale recuperar lo siguiente: Claudia Sheinbaum, Morena y hasta el presidente Andrés Manuel López Obrador fueron atacados sin decoro por grupos empresariales bien identificados, los medios de masas convencionales, la iglesia católica contribuyó con su parte violando todo mandato constitucional, grupos de poder de los Estados Unidos, los cuales financiaron campañas negativas y la DEA recurrieron a personalidades del periodismo para difamar tanto a AMLO como a la presidenta electa. Así las cosas…
El pueblo votante dio muestras de sabiduría no vistas desde hace mucho tiempo. El murmullo del silencio desplazándose a lo largo y ancho del país, la derecha lo interpretó como el voto oculto que les daría el gane. No fue así. Los ciudadanos llevaron su voto, de manera silenciosa, a las urnas. El triunfo de la izquierda fue avasallador. El meteoro de Morena dejó en la desgracia a la derecha y a sus instituciones, ahora sí, a punto de morir.
Deseo que se enseñoree en nuestro país, la política como instrumento y filosofía de la convivencia social. El pueblo votante se ganó un gran respeto y reconocimiento, por lo que bien vale decir “la voz del pueblo es la voz de Dios” (Vox Populi, Vox Dei).