Los países más desiguales son los que están enfrentando peores consecuencias por la pandemia del coronavirus. Mientras mayor es la asimetría, mayor dificultad para que descienda la curva de contagio y letalidad.

El mapa de la desigualdad mundial coincide con la capacidad de daño que este virus puede imponer sobre las poblaciones.

En el presente, los países ubicados en las Américas son los que más están sufriendo. La coincidencia es asombrosa cuando se compara el mapa mundial de la desigualdad con el mapa mundial de letalidad de las ultimas semanas.

Si se observa el comportamiento por continente, el coeficiente GINI, que sirve como indicador para medir las asimetrías económicas, es un predictor potente de muerte por coronavirus.
 
Brasil, Perú, Sudáfrica, México o los Estados Unidos exhiben un GINI que va del .45 al .60, los más altos del mundo. Cabe recordar que, hipotéticamente, si el GINI fuera igual a 0 todos los habitantes del país tendrían ingresos idénticos. En sentido inverso, si el GINI fuera igual a 1, una sola persona concentraría toda la riqueza.

Los países escandinavos y también los que pertenecen al continente australiano exhiben un GINI que va del 0.25 al 0.34. Cerca de esta métrica se hallan las naciones europeas.

Mirando las tasas de letalidad del coronavirus coincide que cuando el GINI es bajo, la curva de letalidad tiende a disminuir más rápido.

Correlación no implica causalidad. Así reza una prudente recomendación de la estadística. Sin embargo, la imposibilidad de probar causalidad no niega la eventual asociación entre variables cuya interacción merece ser estudiada.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) reconoció recientemente que el comportamiento de la pandemia en las Américas no ha sido como el que se experimentó en otras latitudes del planeta.

Es innegable que el contagio en países como Italia, España o Inglaterra creció como la espuma, pero pronto estas naciones alcanzaron el pico de la pandemia y, después de seis semanas de confinamiento, vieron que el peligro remitía.

En cambio, en las Américas la enfermedad tiende a prolongarse de manera atípica respecto al resto del planeta.

Jarbas Barba, subdirector de la OPS, reconoció en entrevista reciente que las medidas implementadas en los países de nuestro continente no han sido eficaces para controlar los efectos causados por el virus (El Financiero, 04.08.20).

“Las medidas adoptadas fueron importantes para reducir la velocidad de transmisión, pero no alcanzaron hasta ahora la efectividad para controlar la transmisión y reducir la curva que va bajando hasta tener solo casos aislados”.

Los gobiernos de los países americanos no han tomado conciencia de este patrón que los distingue del resto del mundo. Por eso se equivocaron en predecir la fecha en que debería ocurrir el pico de la pandemia.

México no es excepción a esta regla. Las autoridades anunciaron que la curva iba a aplanarse en junio y se equivocaron, luego predijeron que sucedería en julio y volvieron a errar. Durante el mes de agosto, cuando estamos a punto de contar mil muertes por día, vuelve a profetizarse el añorado punto de quiebre.

¿Por qué los patrones de trasmisión y letalidad en el continente americano se muestran tan distintos?

Es pronto para proponer una respuesta científica al respecto, pero pueden adelantarse algunas hipótesis, todas relacionadas con las asimetrías en el ingreso y, sobre todo, con aquellas relacionadas a la nutrición y la salud.

Al parecer el coronavirus no perdona tres vulnerabilidades sociales: la malnutrición, las enfermedades crónico-degenerativas, y un sistema de salud insuficiente.

Es un virus que cobra la desigualdad y el continente americano es el más asimétrico del mundo.

ZOOM

El sistema de salud de los países americanos no podrá cerrar este capítulo de su historia sin resolver las preguntas que despierta la fuerte correlación entre desigualdad y letalidad, a propósito del coronavirus.

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