La reciente decisión de Foxconn de construir en Guadalajara una megaplanta dedicada a ensamblar los superchips GB200 de Nvidia marca un hito no solo para la industria tecnológica en México, sino para la transformación del país como actor clave en la economía del conocimiento. Esta inversión multimillonaria subraya cómo las cadenas de suministro globales están desvinculándose de China y reconfigurando sus operaciones hacia América del Norte, con México como uno de los principales beneficiarios. Sin embargo, más allá del entusiasmo inicial, este momento histórico plantea una pregunta crucial: ¿estamos preparados para aprovechar esta oportunidad o la dejaremos escapar por falta de visión política y económica?

Foxconn, el mayor fabricante de productos electrónicos por contrato del mundo, está construyendo la planta más grande dedicada a la producción de servidores de inteligencia artificial, fundamentales para la creciente demanda de sistemas avanzados como los que utilizan empresas de la nube y gobiernos en todo el mundo . El hecho de que esta fábrica se construya en Guadalajara no es casualidad. México ha logrado posicionarse como un destino atractivo para la producción de tecnología avanzada, en parte gracias a su proximidad geográfica con Estados Unidos y los beneficios de tratados comerciales como el T-MEC. Pero también responde a la necesidad de las empresas globales de reducir su dependencia de China, dada la creciente tensión geopolítica y las disrupciones en las cadenas de suministro.

La construcción de esta planta tiene profundas implicaciones para la economía mexicana. Por un lado, marca el inicio de una nueva era para la industria nacional, en la que la producción de tecnología avanzada se convierte en una pieza clave del rompecabezas económico. Ya no estamos hablando solo de manufactura tradicional; estamos hablando de ensamblar la infraestructura que permitirá el avance de la inteligencia artificial a nivel global. Los chips que se producirán en esta planta impulsarán tecnologías que van desde vehículos autónomos hasta sistemas complejos de análisis de datos. En otras palabras, México está empezando a jugar en las grandes ligas de la economía digital.

Sin embargo, este progreso no está garantizado. El éxito de esta inversión —y de futuras inversiones tecnológicas en el país— dependerá en gran medida de las políticas que el gobierno mexicano implemente para atraer y mantener este tipo de proyectos. En este sentido, los incentivos fiscales, la estabilidad regulatoria y el desarrollo de infraestructura son aspectos críticos que no pueden descuidarse. Para que México siga siendo un destino atractivo para la inversión tecnológica, el gobierno debe asegurarse de ofrecer un entorno competitivo frente a otras naciones que también están pujando por atraer capital extranjero.

A nivel social, la llegada de estas inversiones plantea un reto de gran magnitud: ¿cómo asegurarnos de que los beneficios de estas inversiones lleguen a la población mexicana? Si bien Foxconn traerá empleos bien remunerados y nuevas oportunidades, será crucial que el gobierno invierta en educación y capacitación para que los trabajadores mexicanos puedan acceder a estos empleos. No basta con atraer fábricas; necesitamos una fuerza laboral que esté preparada para manejar las tecnologías más avanzadas del mundo. Sin una estrategia clara en este sentido, existe el riesgo de que estas oportunidades terminen beneficiando solo a una pequeña élite mientras el grueso de la población queda rezagado.

Asimismo, es importante destacar que la transición hacia una economía tecnológica avanzada no debe depender únicamente de empresas extranjeras. El gobierno y el sector privado mexicano deben trabajar juntos para desarrollar capacidades nacionales que permitan la creación de empresas tecnológicas locales capaces de competir a nivel global. Esto no solo contribuiría a diversificar la economía, sino que también fortalecería la soberanía tecnológica del país en un mundo cada vez más interconectado

Si jugamos bien nuestras cartas, México podría convertirse en un hub tecnológico de primer nivel; si no, podríamos estar viendo cómo la oportunidad de liderar en la economía digital se nos escapa de las manos.

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