El día de ayer Lindsay Hoyle fue reelegido como presidente de la Cámara de los Comunes en el parlamento del Reino Unido y durante su toma de posesión y primer discurso, tuvo lugar el tradicional “arrastre del speaker”.

En esta ceremonia, el nuevo presidente del parlamento o “speaker” es literalmente arrastrado por otros parlamentarios desde su asiento hasta la tribuna. Este acto, tiene profundas raíces históricas y simbólicas. Representa la renuencia y el peligro inherente al cargo, recordando a todos que, históricamente, esta figura de legislador enfrentaba serios riesgos, incluyendo la muerte, por llevar a cabo sus deberes de ser la voz del pueblo. La resistencia inicial del Speaker simboliza la carga y la responsabilidad del puesto, destacando que la posición no es un privilegio fácil sino una tarea ardua y peligrosa. Esta tradición encarna la esencia de la división de poderes, en la de defensor y protección de los derechos y la independencia del Poder Legislativo, incluso en oposición al Gobierno.

Hasta el siglo XVII, en la política británica, la función del parlamento era vista principalmente como un instrumento del Monarca, una extensión de su voluntad. Sin embargo, el nombramiento de Sir Thomas Hungerford en 1377 marcó un cambio significativo al establecer la figura del Speaker “autónomo”, cuyo rol iba más allá de la simple subordinación al Rey.

El Speaker, en sus inicios, tenía la función principal de ser el portavoz de las noticias del Parlamento al Monarca. Esto, en tiempos donde los mensajes no siempre eran bien recibidos, significaba poner la vida en riesgo. Entre 1394 y 1535, siete Speakers fueron decapitados por llevar malas noticias al Rey, un sombrío recordatorio del peligro inherente a la función.

La emblemática respuesta del Speaker William Lenthall en 1642 a Carlos I, cuando el Rey intentó arrestar a cinco diputados acusados de traición, resuena aún: “Su Majestad, no tengo ojos para ver, ni lengua para hablar salvo en lo que me ordene esta Cámara, cuyo servidor soy”. Esta afirmación de lealtad absoluta al Parlamento y no al Monarca, estableció un precedente de independencia que sigue siendo honrado. Por esta razón el Monarca tiene prohibido ingresar al Parlamento.

Aunque en la actualidad este acto es más simbólico que literal, nos recuerda el papel del Poder Legislativo como contrapeso y en muchos casos oposición al Gobierno.

Una invitación a la reflexión de quienes tomarán protesta en próximos meses como legisladores locales y federales, su función no es estar ahí para disfrutar de los beneficios del poder, sino para actuar como contrapeso y oposición, salvaguardando los principios democráticos y la independencia de las instituciones. El Congreso debe ser un espacio de debate, desafío y resistencia frente a cualquier intento de concentración de poder.

Diputados y diputadas de todos los partidos, debe entender el papel que les toca, proteger la integridad de la división de poderes y asegurar que todas las voces, independientemente de su poder, sean escuchadas.

@RubenGaliciaB

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