La muerte del papa Francisco marca el final de una era para el Vaticano y para el mundo entero. Jorge Mario Bergoglio, el papa 266 de la Iglesia católica, el primero proveniente de América Latina ejerció como una figura política, moral y diplomática de escala global. Desafió el guion esperado para un líder religioso y abrió la conversación a temas como el cambio climático, la injusticia social, la migración y la identidad de género.
Entendió el momento que vivía nuestro mundo, uno donde la Iglesia compite con el ruido constante de las redes sociales, los algoritmos, el culto a la inmediatez y el poder simbólico de los influencers. Francisco optó por una estrategia distinta: acercarse, escuchar, dialogar. Su liderazgo no buscó la perfección doctrinal, sino la cercanía con las personas. En lugar de atrincherarse en dogmas, salió al encuentro de los excluidos.
Uno de los legados más relevantes de su pontificado fue su activismo ambiental. En la encíclica “Laudato Si”, Francisco denunció con crudeza los efectos destructivos del sistema económico actual sobre el planeta. No lo hizo con un lenguaje eclesiástico, sino con los argumentos de un manifiesto ecologista. Habló de “la cultura del descarte”, de un “modelo ciego de desarrollo”, de la deuda que tenemos con las generaciones futuras. Abrió una puerta en la relación entre religión y medio ambiente. Un texto que fue citado tanto en Naciones Unidas como en cumbres climáticas, y que dotó a la Iglesia de una voz importante en la batalla por la sostenibilidad global.
Abrió también las puertas del Vaticano a las nuevas generaciones. En 2023, estrenó un documental producido por Disney donde dialogaba directamente con diez jóvenes de distintas partes del mundo. La diversidad de ese grupo reflejaba en gran medida las realidades de las juventudes del mundo: una madre joven que trabajaba creando contenido erótico, activistas feministas, estudiantes universitarios, defensores de derechos humanos, creyentes y no creyentes. El diálogo fue franco, incómodo a ratos, profundamente humano. Francisco no buscó imponer verdades, sino abrir caminos.
El papa argentino también entendió, como ningún otro antes, la importancia de su presencia en redes sociales. Adaptó el lenguaje de la Iglesia al lenguaje digital. Y si bien eso nunca fue garantía de popularidad entre todos, sí fue un intento real por conectar con un mundo que ya no se informa en homilías, sino en hilos de X, en stories de Instagram y en videos de TikTok. Su visión no fue paternalista, fue pastoral. Quería estar donde estaban los jóvenes, con sus preguntas, sus contradicciones y su búsqueda de sentido.
En la Jornada Mundial de la Juventud de 2013, en Río de Janeiro, dijo una frase que quedará como consigna de su legado: “¡Hagan lío!”. No lo dijo como consigna rebelde vacía, sino como una provocación impostergable: hagan lío donde haya injusticia, donde haya dolor, donde haya indiferencia. Ese fue Francisco: un papa incómodo, pero profundamente necesario.
@RubenGaliciaB