La semana pasada, el Gobierno de México presentó el Plan Nacional Hídrico, una estrategia que promete abordar problemas históricos del manejo del agua en el país. Las acciones principales mencionadas por la Presidenta son, en apariencia, ambiciosas y necesarias: ordenar concesiones para evitar sobreexplotación y acaparamiento; simplificar trámites administrativos para fomentar la transparencia; tecnificar el uso agrícola del agua; desarrollar infraestructura estratégica para zonas con estrés hídrico; y priorizar el saneamiento de los ríos más contaminados. Sin embargo, como todo plan de esta magnitud, vale la pena detenernos a analizar los detalles.

El Plan refleja un esfuerzo por articular una política que reconozca las urgencias y la crisis hídrica que vive el país. Ordenar concesiones es esencial en un país donde más del setenta por ciento de los acuíferos están sobreexplotados y los grandes consumidores, como la agroindustria, frecuentemente obtienen privilegios especiales. Sin embargo, el plan carece de especificidad en cuanto a las acciones concretas para revertir décadas de descontrol.

El enfoque en la tecnificación agrícola es crucial para un sector que consume cerca del ochenta por ciento del agua nacional, pero esta iniciativa debe ir acompañada de un robusto programa educativo y de financiamiento para los pequeños productores, quienes muchas veces carecen de recursos para implementar tecnologías más eficientes.

La elaboración de un plan maestro de infraestructura hídrica es un paso en la dirección correcta, especialmente con la incorporación de los 16 proyectos estratégicos. Un ejemplo destacado es el proyecto para el Sistema de reúso El Batán en Querétaro, que busca ser un modelo de sostenibilidad en un estado con uno de los mayores niveles de estrés hídrico del país. Aunque la obra será financiada con recursos estatales, su inclusión en el plan nacional resalta su relevancia.

El desafío de abastecer de agua potable a las zonas más vulnerables no solo implica construir infraestructura. También exige garantizar que los sistemas sean sostenibles y accesibles, especialmente para comunidades marginadas que enfrentan mayores dificultades para pagar las altas tarifas.

Aunque el plan incluye acciones importantes, parece carecer de un enfoque claro en la justicia hídrica. La distribución desigual del agua en México perpetúa desigualdades económicas y sociales. Además, el plan no aborda suficientemente el impacto del cambio climático en los recursos hídricos del país. Incorporar estrategias de mitigación y adaptación es indispensable para cualquier política hídrica para la actualidad.

El Plan Nacional Hídrico es un buen punto de partida. Los próximos meses serán cruciales para evaluar si este plan logra traducirse en soluciones reales o si quedará como un esfuerzo más en la larga lista de promesas incumplidas en torno al agua en México.

El documento puede ser consultado en el siguiente enlace:

https://agua.org.mx/wp-content/uploads/2024/11/Plan-Nacional-Hidrico-2024-2030.pdf

@RubenGaliciaB

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