El Instituto Nacional Electoral se ha ganado la confianza de los mexicanos. Ha superado crisis reales y ficticias, naturales y provocadas. Es producto de una larga cadena de acuerdos entre las fuerzas políticas y ejemplo de que las mayorías no pueden desatender la realidad ni aferrarse al poder.
El líder real de Morena se ha propuesto, y no para bien, un cambio de régimen. El modelo que se avecina, de no suceder algo, se perfila con cinco características: fuerte intervención del Estado en la economía, autoritarismo, narrativa demagógica, uso de las instituciones para mantener el poder y afectación a la dignidad de las personas con prácticas intimidatorias relacionadas con la merma de derechos constitucionales (“si gana la oposición quitan los programas sociales”).
La independencia del Poder Judicial es indispensable para evitar lo anterior. Es por ello, y no por otra razón, que se fraguó la mal llamada “reforma judicial”. Limitar a los juzgadores es un modelo que en otras latitudes ha servido para generar marcos legales, políticas públicas y acciones de gobierno contrarias a los derechos humanos.
En medio de todo esto, se encomendó al INE instrumentar la “elección” de juzgadores, pieza central de la multicitada reforma. Muchos, entre ellos el que escribe, alertamos de la farsa que se fragua. La población, por motivos de diseño, no va a elegir en libertad a sus ministros, magistrados o jueces. Los candidatos serán casi todos de Morena y la reforma nada tiene que ver con la justicia.
En el mundo no hay experiencia similar. Lo que para los corifeos del líder de Morena es motivo de orgullo, para expertos en la materia es una preocupación. A lo anterior hay que agregar que la Cámara de Diputados no aprobó el presupuesto que el INE requirió para cumplir con la tarea que por ley debe realizar.
Es tanto el desorden, que hoy mismo nadie puede asegurar cuántos tipos de boletas va a recibir el probable elector y menos cuál es el diseño de estas. Ni al promovente de la iniciativa ni a los legisladores del partido oficial se les ocurrió hacer un simulacro de la jornada electoral. En pocas palabras, se arrancaron como el Borras.
El INE va rumbo al fracaso y por ende a pagar los platos rotos. Le espera una elección con abstención, confusiones, trampas y reclamos.
Para todo mal, otro mal. A estos de Morena todo se les hace fácil, algo me dice que están “valorando” otra reforma constitucional y que son capaces de proponer el voto por internet, la tómbola o un disparate similar.
Si tengo razón, veremos una pifia legislativa más, y de no tenerla, nos aproximamos al fin del prestigio del INE.
En síntesis, no hay forma en la que el INE salga bien librado.