Por: David Zazueta López*
La velocidad con la que estamos siendo testigos de los efectos del cambio (crisis) climático parecen acelerarse más allá de las predicciones para cada año: incendios forestales vastos, récords en temperaturas altas, huracanes con mayor fuerza, y sequías más prolongadas.
El Acuerdo de París de 2015 concluyó con el objetivo de mantener la temperatura de nuestro planeta por debajo de un incremento de 2°C para este siglo. Recientemente el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), nos aterrizó a una realidad amarga: es poco probable que, a este ritmo y con el poco empuje político para realizar los cambios necesarios, logremos mantener la promesa de los dos grados centígrados.
Para nadie es un secreto las aportaciones que cada industria realiza a la colocación de gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera; sin duda, la transportación de turistas se lleva una parte del pastel. Sin embargo, la otra cara de la moneda del sector turístico es una más amable y con posibilidades productivas más esperanzadoras.
Los datos prepandemia nos mostraban que la actividad turística aportaba alrededor del 9% al PIB de nuestro país, estamos en camino a recuperar ese número; además, el aporte indirecto de esta industria a la economía sería de algunos puntos porcentuales más. Sin embargo, lo anterior no es el rasgo esperanzador del tema, las posibilidades que existen para desarrollar proyectos turísticos con prácticas sostenibles e incluso regenerativas, lo son.
Existe evidencia y centenares de casos en donde una planeación concienzuda, una ejecución honesta, y un seguimiento continuo, logran desarrollar comunidades que abrazan a la industria de la hospitalidad como un camino para ganarse la vida mientras se preserva la naturaleza y su biodiversidad; se conservan tradiciones, se fortalecen lazos sociales, se evita la migración, y se lleva comida a la mesa. Todo lo anterior aportando de forma directa e indirecta al límite de los 2°C para nuestro planeta.
En este siglo, las y los viajeros se mueven al ritmo de las redes sociales; aunque las administraciones públicas promocionen o no a un destino, planeen o no polos turísticos, capaciten o no a la fuerza laboral para la hospitalidad, inviertan o no en seguridad pública, el flujo de turistas seguirá su curso sin importar si un lugar está preparado o no para recibir dicho caudal. Para nuestro país la ruta no puede ser más clara: desarrollar proyectos turísticos -en todas sus modalidades- de forma sostenible; de esta manera obtenemos trescientos sesenta grados de beneficios dentro de los dos grados centígrados Celsius.
De esta y muchas formas más el turismo puede colaborar al desarrollo de un mundo mejor. Para más información acerca de nuestra Licenciatura en Turismo Internacional consulta la página: https://queretaro.anahuac.mx/licenciaturas/licenciatura-en-turismo-internacional
*Maestro en Negocios Internacionales, especialista en temas sobre sostenibilidad y turismo y profesor de la escuela de Turismo Internacional de la Universidad Anáhuac.