Réquiem: el mito de la paz queretana ha muerto. El 9 de noviembre, el ataque en el bar Cantaritos —que dejó 10 muertos— marca un antes y un después en la lógica de seguridad del estado. Las señales estaban ahí, pero se intentó tapar el sol con un dedo. Ahora, Querétaro se suma a la lista de estados atrapados en la dinámica de violencia que define al México contemporáneo.
Las señales de que Querétaro tenía como destino un horizonte violento estaba a la vista: eran el elefante blanco en la habitación. El incremento del huachicoleo en San Juan del Río, en la zona colindante con Hidalgo, y las ejecuciones violentas en los últimos meses eran más que suficientes para encender alarmas. Sin embargo, las autoridades prefirieron aferrarse a la narrativa de que todo era obra de “gente de fuera”. Casos como el de los músicos asesinados en el Mezcalito evidenciaron que el problema era más profundo, pero se optó por ignorarlo.
Querétaro perdió la inocencia porque el gobernador decidió enfocar sus baterías hacia temas políticos, como la imposición del nuevo fiscal y pelear con Morena el control del poder legislativo. Lamentablemente para los queretanos, sus energías debieron enfocarse en la seguridad. En cambio, creyó que con publicidad en redes podía cambiar la narrativa.
Más que buscar culpables externos, el gobierno estatal debe aceptar su parte de responsabilidad y trabajar en una estrategia conjunta. Porque, mientras se siga negando la realidad, Querétaro seguirá acumulando víctimas y perdiendo lo que una vez lo distinguió.
El miedo se ha adueñado del corazón de Querétaro. Sin embargo, este temor no es exclusivo del estado; es el reflejo de un problema que afecta a todo México.
Apenas un día después del ataque en el bar Cantaritos, en el Estado de México, otro tiroteo dejó seis muertos y cinco heridos. Hace unos días, seis personas fueron asesinadas en un bar en Tabasco, el tercer ataque en ese estado en menos de un mes. La violencia es una epidemia que no distingue fronteras.
En Querétaro, sin embargo, las autoridades han preferido señalar factores externos en lugar de asumir que el problema también tiene raíces internas. La narrativa de que la violencia es ‘importada’ no sólo es errónea, sino peligrosa, ya que desvía la atención de las medidas locales que se deben tomar. Es hora de reconocer que Querétaro enfrenta un problema complejo que requiere la colaboración entre los tres niveles de gobierno y la implementación de una estrategia efectiva, no sólo de comunicación. La seguridad no se construye con discursos ni con campañas en redes sociales, sino con acciones concretas.
¿Estarán el gobernador Kuri y su equipo a la altura del desafío o seguirán con excusas? Querétaro ya no puede permitirse más tiempo perdido.
Periodista y sociólogo. @viloja