La degradación del lenguaje y el manejo de la retórica es la de la clase política y, con ello, la vida pública, la cual padecemos en Querétaro y se agudiza durante el gobierno del panista Mauricio Kuri.

En su libro Sin palabras ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política?, Mark Thompson sostiene que la flaqueza de los actores políticos es un problema del lenguaje en sí.

El libro se resume en que la crisis de nuestra política es una crisis del lenguaje político. También en este tomo —recomendable para los políticos, aunque sabemos que son alérgicos a leer— dice que cuando “el lenguaje público pierde su poder para explicar e implicar, pone en peligro el vínculo más general entre el pueblo y los políticos”.

¿Qué pasa en nuestra política mexicana? La clase priísta siempre fue críptica en su manejo del lenguaje: mandaba mensajes elaborados, que sólo unos iniciados entendían.

Pero con la moda de la antipolítica se desechó a la retórica como parte fundamental del poder, lo cual nos ha llevado a una degradación de nuestra vida pública.

Aunque esto no es nuevo. Ya en los años setenta, el gobernador Antonio Calzada Urquiza, al ser entrevistado por Proceso dijo que sus críticos eran unos borrachines de La Flor. Se revela todo el autoritarismo y el desdén hacia la crítica y la expresión de un grupo cerrado del poder.

Ignacio Loyola Vera inauguró una nueva era: no sólo en la alternancia política del PRI al PAN, sino en esta degradación del lenguaje político. Tiene varias perlas declarativas que reflejan cuál fue su estilo de gobierno. Ejemplo: “no fue tortura, fue madriza”, al justificar el actuar de su policía tras reprimir a un ciudadano que protestaba porque no tenía agua.

Ese es el reflejo de lo que era Loyola Vera como gobernador. O como cuando justificó darle una notaría a su hermano Roberto Loyola Vera, porque se lo había pedido su mamá. La política como asunto de peticiones familiares.

Kuri sigue la ruta de Loyola de no valorar el lenguaje. Desde que era senador, ya daba vestigios de cuán frívolo sería su gobierno. Cuando le preguntaron cuál había sido su momento más importante, respondió que fue cuando conoció a Maribel Guardia.

La semana pasada, tras la detención de dos personas involucradas en la masacre de Cantaritos, declaró que el estado no era refugio de criminales y que no habría impunidad, hasta ahí bien la frase, pero después dijo que hasta ellos (los delincuentes) se sentían seguros aquí. Después, admitió que Querétaro era centro de logística.

A las palabras no se las lleva el viento. Tienen un valor fundamental en política. Aunque quieran vendernos que la imagen vale más, las palabras definen gobiernos, personas. Y la degradación y el pobre manejo de la retórica que tiene el gobernador nos muestra hasta qué punto tenemos un problema de vida pública en Querétaro.

Periodista y sociólogo. @viloja

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